Author Archives: Luna de Brigantia

About Luna de Brigantia

Luna de Brigantia está formado por un grupo de matronas que ejercemos nuestra profesión en toda la comunidad gallega. Entre otras actividades propias de la matrona, acompañamos partos y dilataciones en casa. Puedes contactar con nosotras en: info@lunadebrigantia.com 654932033

El bebé necesita un biberón de apoyo

No podemos negar que en ocasiones hay bebés que necesitan un biberón de apoyo,ya sea porque tengan serías dificultades para engancharse o porque han nacido con poco peso y no tienen fuerza para mamar,… pero ese no es el caso que os queremos relatar.  Mirad el vídeo y seguid leyendo.

Esta bebé nació a término, con buen peso y mamó correctamente desde que nació, mamó casi sin descanso durante su primera noche de vida, piel con piel con su madre…  Por la mañana se quedó dormida durante 2 horas mientras continuaba piel con piel, pero al personal de enfermería, les pareció que una temperatura de 37º era alta y una glucemia de 51 era baja, por ese motivo le llevaron un poco de leche de fórmula. La niña no quiso tomar esa leche y nuevamente se enganchó al pecho, mamando con avidez.

Este es uno de esos claros ejemplos de biberones no necesarios y que pueden llevar al fracaso una lactancia que empezaba con tan buen pie.  Era un suplemento totalmente innecesario porque tanto la temperatura, el color, la glucemia y el aspecto del bebé eran normales.

Queda tanto por mejorar…

 

 

Picor vaginal

Las causas del picor vaginal son muchas y variadas, pero os queremos contar cuales son las más frecuentes que encontramos entre nuestras consultas ya que tenemos un goteo pequeño pero constante de pacientes con este problema.  picor vaginal

Muchas veces las propias mujeres ya identifican la causa del picor porque anteriormente ya han padecido cándidas y reconocen perfectamente los síntomas.  En este caso, si acuden a su médico de familia les recetará un tratamiento adecuado y en pocos días desaparecerá el picor.

Pero las mujeres que llegan a nosotras, muchas veces lo hacen después de haber pasado por el médico de familia e incluso después de haber hecho tratamiento antimicrobiano para ese picor.  Os resumiré las situaciones que se suelen presentar.

1- Tras cubrir la historia clínica y hacer la exploración, observamos una piel genital frágil y delgada, además de mucha sequedad.  En estos casos, un buen hidratante vaginal interno y/o externo suele mejorar en unas semanas toda la sintomatología y además también permitirá un mayor disfrute en las relaciones sexuales.  Así que estas mujeres salen de la consulta con muestras de diferentes hidratantes genitales para que valoren cual les da mejor resultado.

2- Tras cubrir la historia clínica y hacer la exploración, observamos un flujo vaginal sospechoso de alguna infección. En este caso realizamos un cultivo y en unos días podrán acudir a su medico para poner el tratamiento adecuado.

3- Tras cubrir la historia clínica y hacer la exploración, observamos una piel genital «delicada», con cierto enrojecimiento pero nada lo suficientemente llamativo y claro para identificar la causa de la molestia.  Les realizamos el cultivo vaginal y  el resultado suele ser negativo.

¿Que podemos ofrecer a estas mujeres para mejorar su problema?

 

cultivo vaginal

Si en el resultado de la imagen hubiese salido alguna infección, su médico le daría tratamiento, peeeeero, todo es negativo y lo único que nos llama la atención es «escaso bacilo de Doderlein».  Pues es casi seguro que el picor que tiene esta mujer y sus infecciones por cándidas anteriores, se deben a que tiene pocos Bacilos de Doderlein.

El objetivo de este post era explicaros esta situación en concreto y que conozcáis qué son los Bacilos de Doderlein y cual es su importancia en el ecosistema bacteriano de la vagina de las mujeres. Estas bacterias son lactobacilos (sí, como las de los yogures), microorganismos Gram (+) que colonizan la vagina y son el principal componente de la flora bacteriana normal. Fueron identificados por primera vez en 1894 por el médico alemán A. Döderlein.

Durante la etapa fértil de la mujer, por la presencia de los estrógenos,  las células del epitelio de la vagina producen glucógeno y el metabolismo de ese glucógeno por parte de los Bacilos de Doderlein produce el ácido láctico que contribuirá a mantener el pH vaginal entre 3.5 y 4.5; además la mayoría de lactobacilos producen peróxido de hidrógeno (H2O2, agua oxigenada), una sustancia reconocida por su actividad antimicrobiana y que se asociará con otras sustancias antimicrobianas como bacteriocinas y sustancias similares que sirven de reguladores del crecimiento de gérmenes anaerobios y hongos.

bacilos de doderleinEn condiciones normales los Bacilos de Doderlein se encuentran en grandes cantidades (10 a 100 millones por gramo de fluido) habiéndose descrito diferentes especies de lactobacilos, entre los que predominan el casei, crispatus y jensenii; productores del mayor porcentaje de peróxido de hidrógeno.  Estos lactobacilos juegan un importante papel en nuestras defensas ya que  mantienen un equilibrio con los otros microorganismos habituales y contribuyen al mantenimiento del pH.

Se ha demostrado que la ausencia de lactobacilos disminuye la defensa de la vagina, siendo frecuente la infección y esto se asocia con mayor riesgo de infecciones de transmisión sexual; y no sólo eso, si no que la disminución de lactobacilos productores de H2O2 durante el embarazo ha sido asociada a vaginosis bacteriana, riesgo de corioamnionitis y prematuridad; y la elevación del pH en embarazadas con vaginitis y cervicitis por la disminución de los lactabacilos ha sido asociada al acortamiento del cervix y parto pretérmino. Esto debería hacernos reflexionar sobre tomar nuevas acciones para prevenir el parto pretérmino, ya que recuperando el número de Bacilos de Döderlein estaremos restaurando la defensa natural de la vagina.

Los Bacilos de Döderlein o lactobacilos, administrados como agentes probióticos y en forma de óvulos vaginales son una alternativa eficaz al tratamiento convencional con antimicrobianos, pero además, podemos afirmar que son efectivos como prevención y tratamiento de la infección vaginal, teniendo además la ventaja de poder administrarlo durante el embarazo sin ningún riesgo haciendo de esta terapia de reemplazo bacteriano la mejor alternativa.

Y con un buen ecosistema vaginal es muy probable que el picor vaginal del que hablábamos al inicio de este post, desaparezca.

No te «aguantes» el picor vaginal.  Consulta a tu matrona.  Pon una matrona en tu vida.

 

Cuando habría sido el día de su nacimiento?

Cuando habría sido el día de su nacimiento? Hoy? Hace una semana? La semana que viene? De lo que estamos seguras es de que habría nacido con el mismo amor y respeto con el que se despidió.

Tercera parte de la historia de un bebé que vivió fugazmente, de la que podéis leer también este y este otro post.

Un abrazo a su madre.

-Corazón lleno, manos vacías-

La primera imagen que tengo de mi misma es de estar en el coche volviendo del hospital. La sensación era de plenitud, totalmente bajo los efectos de las hormonas. Un chute natural de oxitocina y endorfinas corría por mis venas, por mi corazón y mi alma. Una sensación total de estar flotando, absolutamente drogada, en paz, en equilibrio. El coche volaba, y me llevaba a casa en plenitud. No sé que hice al llegar, no recuerdo cuando fuimos a recoger a tus hermanos. Sólo sé que tenía ese subidón de hormonas, pero ningún bebé en mis brazos, ningún bebé que achuchar, acariciar y amamantar. Mis pechos vacíos. Mi cuerpo no crea alimento para un bebé que era demasiado pequeño siquiera para necesitarlo. Una gran sensación de vacío me invade. Me siento bien, estoy en armonía, pero me faltas tú.

MagnoliosSí, hacer lo que me dictaba el corazón, sin duda, ha ayudado muchísimo. Me siento bien conmigo misma, orgullosa de poder mantenerte en casa, de ver ese magnolio crecer desde mi ventana. Pero te echo de menos, tanto de menos… Sin vacilación volvería a elegir este procedimiento para despedirte. Sin tomarme nada farmatológico. Así, todo a pelo. Si ya fue demasiado intenso al natural, no quiero saber cómo hubiese sido con la intensificación de las pastillas. Si ya es duro no tenerte. El vacio que has dejado, que pesa en mí, que siento en mi corazón… cómo hubiese sido si me hubiesen roto el cóctel hormonal con drogas. Cómo estaría psicológicamente ahora. Nunca lo sabremos, pero seguro que lo habría llevado mucho peor, sin hormonas que me arropen, y aún encima ajena a mi propio cuerpo.

Recuerdo la plenitud de mi corazón expandiéndose, creciendo, llevando cada recoveco de mi cuerpo, de mis venas, de mi ser. Ha sido tanto lo que me has dado y lo que has dejado en mí. Muchas gracias por toda esta experiencia, por toda esta aventura, este aprendizaje que nunca acaba. Sí, con un punto oscuro, pero bañado del amor más puro, más incondicional. Sólo puedo darte las gracias por haber venido a nosotros, el tiempo justo para enseñarme tanto.

Es difícil explicar un postparto sin bebé, sin ti. Es un cúmulo de sensaciones profundas muy intensas… Nadie te trae flores, o te da la enhorabuena, o te alienta por el trabajo duro. Todo el entorno esta lleno de miradas tristes o perdidas que no saben muy bien como actuar. Pero también de miradas compasivas y compañeras que saben que con un abrazo y un estar ahí bastan, gracias a todas.

No recuerdo muchas lágrimas en este camino. Pero ahora, que estarías a punto de nacer, todo revive, todo reaparece. Te echo más de menos que nunca. Me doy cuenta que al perderte con 3 meses, a nivel psicológico, todavía faltarían 6 meses para que hubieses nacido. Esos que se asoman cada noche en mi subconsciente, que me hacen estar aquí a las 5 de la mañana. Levantarme y ponerme, al fin, a escribirte mi último relato sobre tu paso por mi vida (que no el último de mis pensamientos o de mi amor por ti, que es y será infinito), tras unas cuantas horas sin dormir. Uno de los muchos desvelos de este supuesto 8º mes de embarazo. Uno de los muchos de estos días, cada noche, todas ellas, necesito ir al baño, como mínimo una vez, sueños que desconciertan, parece que todavía hay mucho subconsciente que limpiar… Pero yo sigo, con mi embarazo subliminal, sola, prácticamente en silencio, nadie me entiende y casi nadie lo sabe.
Es normal, es otra parte del duelo, un paso más, el definitivo, tu nacimiento. Me imagino que a partir de aquí serán aniversarios: de cuando te perdimos, de cuando deberías haber nacido, y suposiciones infinitas de cómo serías, la edad que tendrías, qué te gustaría… En fin…

Sentimos que eras niña. Esta vez no sólo yo. Tu tía Caro que también es tu madrina y Babi. En el momento en que te perdimos (y mucho antes en realidad) estabamos pensando en tu nombre: “Maruxa”. Es un nombre que me encanta, que me transporta a las raíces más profundas y añoradas da minha Terra, y además el único nombre de niña que existe tanto en galego como en esloveno. Por tanto tuve mucho recelo en llamarte así. Recuerdo querer preparar una cajita con tus cosas y decirle a Papi “pero que nombre le pongo. Bebé suena tan poco personal” “Maruxa” dijo él. “Nooo, ¿Maruxa?” Es como gastar el nombre en algo que no lleva a ningún sitio. Suena tan mal ahora que lo expreso… Tardé tiempo en llamarte por tu nombre, unos meses, en entender que necesito que tengas nombre, en darte la identidad que te mereces, que serás recordada, y el nombre utilizado, independientemente de que estés conmigo o no. Ha sido siempre Maruxa, mi Maruxiña querida, mi regalito del Universo.

Justamente hoy, que estamos a 11 de Noviembre, seguramente estarías en nuestros brazos. No es algo planeado, han salido las cosas así, para que acabe este relato. La fecha estimada era el 17 de Noviembre, y tus hermanos han nacido una semana antes de tal fecha. Asi que a día 11, probablemente, te tendría toda desnudita en mis bracitos, achuchándote sin parar. Enamorándome, enamorándote con cada mirada, con cada caricia, con cada arrullo, observando cada mini pedacito dee tu pequeño cuerpito, oliéndote (mmmmhhhh!)… con tantas pequeñas y sutiles cosas mágicas que pasan tras la bendición de un nacimiento respetuoso de un bebé sano a término. El poder de la mujer, el empoderamiento, la consciencia de la grandeza de parir, así, salvaje. El acto más sagrado y puro que jamás experimente. Entre nosotras ha sido distinto, a tenido mucho poder y ha sido tan especial como cualquiera, pero sigo echádote de menos. Me sigo perdiendo en mis propios pensamientos, a veces incluso en mi tristeza y en la soledad que me lleva, en la pena al ver una niñita pequeñita que revolotea a mi alrededor, entre amigos, en el parque, en el supermercado… Ahí podrías haber estado tú, junto a mí… En la mujer embarayada de lo que yo debería estar, sobre todo de la que está del tercero, como tú.

Hay momentos que los miedos me invaden, miedos ¿Irracionales? ¿Irreales? ¿locos? Tengo tan presente la maternidad. Me llama desde cada poro. Noto como la inocencia me ha abandonado, al igual que tú. Toda esa ilusión ahora está salpicada de oscuridad, de millones de ¿Y si? ¿Tendría un parto en casa ahora? ¿Tendría tiempo mi matrona? Tanta suerte en todos los partos no puede haber… ¿Me tocará ahora un parto prematuro? ¿Una cesárea? ¿Un hospital? ¿Podré tener un hijo que llegue sano a término? ¿Cómo viviré el embarazo? ¿Sería duro? ¿Lleno de miedos? ¿Cómo afectaría eso al desarrollo físico de mi bebé? ¿Y la carga emocional que pondría en él con toda esta pesadez? ¿Se la merece? ¿Estoy siendo egoista?

Las ganas de ser madre me invaden constantemente, me obsesionan, me abruman y me entristecen. Papá no quiere otro hijo, no puedo imaginarme que este sea el final, que me quede con estas ganas, y que está sea mi última experiencia con la maternidad. ¿De verdad, ésta? ¿Así van a acabar las cosas? Sé que queda tiempo, que no me tengo que desesperar, que aún queda mucha vida por delante y nunca se sabe… todo lo sé… Pero me sigues faltando, y la razón no calma mi espíritu, sólo lo cansa….

Gracias por haberme enseñado tanto, por haberme ayudado a ser mejor persona, más compasiva y a expander mi corazón. Gracias por estar ahí con mis demás ángeles, cuidándonos, guiándonos y protegiéndonos. Gracias por haber existido, y por estar. Gracias.

El día que decidiste nacer

El día que decidiste nacer, venir a este mundo, fue el 13 de junio del 2015.

Imagen de Rebeca Suárez

Imagen de Rebeca Suárez

Ese día se ha tatuado en mi vida, ese día cambió MI VIDA , ese día renací, dejé de ser Rebeca, para ser mamá Rebeca, sin perder mi identidad, pero siendo otra, otra mujer, me sentí más hembra que nunca.

Pasaban 13 días de la fecha prevista para el parto, los nervios estaban a flor de piel porque tú, mi niño, mi ansiado y deseado niño, no dabas señales de querer salir de la barriguita de mamá. La presión externa, los comentarios de la familia, amigos… me hacía todavía estar más nerviosa: «Ese niño no viene», «la barriga está muy alta», «te lo van a provocar»…. Te lo van a provocar, esta frase retumbaba en mi cabeza; no quería que nadie decidiese por ti. Tú deberías nacer el día que tenías pactado…

Y así,  un sábado de primavera lluvioso, a las 19:30, decidiste avisarme de que te disponías a nacer… Ese día, con la ayuda de Rebe, una hermosa mamá que también es terapeuta, conecté contigo, para calmar cualquier miedo, para hacerte saber que yo estaba preparada para tu nacimiento; jamás olvidaré a Rebe y siempre le estaremos agradecidos…

Después de hablar con Rebe papá y yo desnudamos nuestras almas y desvelamos nuestros miedos, nuestras inquietudes, nos sinceramos y nos abrazamos, nos fundimos en uno. Confiábamos en que todo iba a salir bien, que tú, mi niño, estabas cerca, muy cerca…

Decidí darme un baño relajante (me di cientos de baños en el embarazo, me relajaba tanto…) y ese baño desencadenaría el principio de mi parto. Después de un ratito en la bañera, empecé a sentirme incómoda tumbada. Me levanté lentamente para salir y… “¡Ay!, o eso fue una patada fuerte o eso fue… ¡UNA CONTRACCIÓN!”. Me puse un poco nerviosa pero seguí secándome y al ratito, ¡Aayyyy!, otra vez una gran sonrisa se dibujó en mi rostro y medio mojada salí del baño para decirle a papá que ya estabas preparado. ¡Ibas a nacer!. La cara de tu papá fue un poema, “¿En serio? ¿Seguro?” No paraba de decir… Cuando de repente, ¡Aayy!, otra contracción y dijo… “¡sí! Es en serio…”.

Las contracciones fueron intensas desde el principio y cada 3 minutos, pero me había estado preparando para ello durante todo el embarazo. Recordaba las pautas de mi curso de parto en movimiento que impartió Ana mi doula, gracias a ella entendí que un parto puede ser el baile más especial de tu vida. Así que comencé a bailar, a mover mi pelvis a abrir mi canal… ¡Gracias Ana!.

Pero para que engañarnos… Dolía y dolía bastante; entonces recordé lo que Carmen, mi matrona, me había enseñado… Carmen, Carmen me dio confianza desde el principio y seguridad en mi misma. “Tú estás diseñada para esto, las mujeres parimos…”. Y recordé el Taller de alternativas al dolor en el parto, de la respiración… Me concentré en mi respiración y entré en trance… ¡Estaba de parto! Avisé a Carmen y me llamó a la hora. Me dio fuerza y me tranquilizó, “¡tú puedes Rebe!”, “Si todo va bien aguanta en casa hasta que sientas la necesidad de ir al hospital”… Y así fue.

Había mujeres conectadas conmigo desde la distancia que me daban paz y fuerza, el círculo de mujeres que ayudaron en mi parto: Rebe, Carmen, Ana y Paula. Paula, mi amiga,  mi hermana, mi confidente… Paula estuvo conmigo desde la distancia todo el rato, la sentía conmigo. Estuvo todo el embarazo a mi lado, nos mimó y nos cuidó muchísimo, pero justo el día que decidiste nacer, nuestra cuki estaba trabajando lejos de casa, pero dio igual, porque jamás la habíamos sentido más cerca.

Papá no dejaba de abrazarnos y de mirarme con esa dulzura y ese amor que desprende. Dejó que yo tuviera mi espacio entre contracción y contracción pero estando presente siempre… Yo bailaba, me movía por la casa mientras mis gemidos eran cada vez más intensos… A las 1:30 de la madrugada las contracciones eran ya mucho más intensas y dolorosas y decidimos ir al hospital. El hospital me daba miedo… Mucho miedo porque yo quería parirte libre, sin cables, bailando, conectándome con mi esencia…

Sobre las 2 de la madrugada llegamos al hospital y estaba dilatada de casi 6 cm, así que fuimos directos a la sala de dilatación… Allí me bloquee. Cables, vía, poco espacio para mi danza de parto, interrupciones… Ahí se paró nuestro parto y comenzó un parto medicalizado. Yo ya había perdido el control de nuestro parto y lo cogieron ellos… Oxitocina, epidural… Pasaron  las horas y… Dilatación completa dijo aquella matrona… Pensé… “¡Bien!”, aunque no fue el parto que había soñado, estaba a punto de abrazarte hijo mío…

Tuve suerte, una dulce matrona, Laura, estuvo a mi lado después del cambio de turno; no nos dejó solos, nos motivó y nos ayudó, a  ti a nacer y a mí a renacer… Fue duro… No nos engañemos: horas de expulsivo y desgarros importantes, pero… ¡Habías llegado! . Un hermoso niño salía de mis entrañas a las 13:12, de mi útero sagrado que te dio cobijo durante 9 meses. Y ahí, en ese mismo, sucedió el milagro de la vida. Nacía un nuevo ser, nacías tú, hijo mío, nacía Mael.

No puedo describir ese momento con otra palabra que no sea éxtasis; todo se paró, dejé de escuchar, sólo podía verte, no pestañeé ni una sola vez… Dejé de escuchar a papá, que lloraba de emoción y agarraba mi mano. Sólo quería olerte, tocarte, amarte…

Te posaron sobre mi pecho, dulce bebé, y ahí, en ese instante, comprendí lo que era el amor incondicional, el amor puro como, puro es tu ser.

Gracias Rebeca, gracias por hacernos formar parte de este maravilloso relato del nacimiento de Mael.

No siempre es necesario un legrado

En caso de que suceda una pérdida en el primer trimestre no siempre es necesario realizar legrado o administrar medicación para «expulsar»; con compañía, información y paciencia se puede hacer lo que se denomina técnicamente «manejo expectante del aborto», que no es otra cosa que esperar a que se inicie el desprendimiento de los tejidos que sostienen al bebé unido al útero de su madre.  

A continuación tenéis un relato que es la segunda parte de este otro.  En él, su madre explica la aceptación de la pérdida del bebé y como el manejo expectante del proceso le ayudó a vivir la despedida de una forma muy consciente; porque el parto de un pequeño bebé de 10 semanas tiene mas similitudes de lo que podríamos pensar con el parto de un bebé de 40.  

-Aceptar tu pérdida-

            La gine consigió hacer dos fotos. En una salías de lado, como con las manitas agarradas. En la otra, tenías forma de cacahuete. Se veían unas sombras que supuestamente eran hematomas. “No vamos a hacer ninguna prueba para saber porqué ha pasado. Probablemente es un fallo cromosómico. Tienes dos bebés sanos” Esa fue toda la explicación (tampoco tenía más para poder decirme). Pero no me dejaba nada tranquila. No es que necesitase saber exactamente porqué te habías ido tan pronto, pero sí necesitaba entender que no era que hubiese algo mal. No podía quedarme sin hacer nada.


Tras la noticia, inconscientemente esperada, Eva me explicó los 3 tipos de procedimiento que “existen” para llevar a cabo el proceso de aceptación y despedida. Muy respetuosa y conociendo mi filosofía de vida, se saltó el primero, el raspado. Pasamos al segundo, “manejo farmacológico”, consiste en tomarte unas pastillas. Una que provoca la muerte de tu bebé, es decir, de ti. Cosa que no entendía, ya que si no tenías latido, ¿Por qué debería tomarme algo, que seguro que no es nada bueno para mi organismo, para provocar lo que ya estaba hecho? Además, ¡Yo creo en la magia! No iba a dejar de creer ahora. ¿Cuántas noticias he leído sobre bebés que nacen sin latido y tras horas en contacto con sus madres esos hijos vuelven milagrosamente a la vida? No es que me agarrase a un clavo ardiendo desesperada por que la noticia fatidica no fuese real. Era realista, desde el principio sentí que las cosas no iban bien, algo no funcionaba. El caso es que para mí, lo de tener que tomarme una pastilla para matarte no tenía ningún sentido, y mucho menos cuando ya no tenías latido. Tras esta pastilla, a los dos días prostaglandinas para la dilatación y expulsión. “En tu situación, podemos dártelo para que te las lleves a casa. Son pastillas que no se dan con prescripcion médica, ya que son abortivas. Generalmente las mujeres vienen a tomárselas aquí y se quedan incresadas para controlar todo el proceso. Te las damos y en un par de días, cuando hayas asimilado la situación, te las tomas”, me dijo Eva. “Bueno, está bien, ¿Me las puedo llevar por si acaso y traéroslas en caso de que decida no tomármelas?”.

“Un par de días…” pensaba yo, “un par de días” ¿Cómo voy a asimilar en un par de días el hecho de que acabo de perderte? ¿La gente lo procesa tan rápido? ¿Y luego cómo lo lleva?

Ella seguía con sus explicaciones. Hay una imagen, una frase que no olvidaré jamás. Sentada en esa butaca negra, con esa luz tenue que casi no te permite vez la habitación, casi ni las notas de la gine, que las hace ininteligibles alumbradas sólo por la luz de un foco de escritorio. Me sentía tan pequeña en esa butaca, con un montón de cosas pasándome por la cabeza, era como una enanita dentro; mientras, ella seguía explicándome. Entonces me volví a centrar en ella. “Ahora te prescribo dos analgésicos distintos, funcionan a diferentes niveles, debes tomarte los dos”. Aquí se giró y me miró directamente a los ojos: “No tienes que sufrir para pasar por este proceso”.

“No tienes que sufrir para pasar por este proceso”. Esa frase retumbaba y retumbaba en mi cabeza. “No tienes que sufrir para pasar por este proceso”. Pero… Cómo coño no voy a sufrir al pasar por este proceso! ¡¡¡¡Qué acabo de perder a un bebé!!!! ¿Qué le pasa a este mundo?

Sé que Eva lo decía con toda la buena intención, que su intención era darme a entender que ya era bastante doloroso el proceso como para tener que vivir algún dolor físico. Se lo agradezco. Pero desde mi punto de vista, tenemos tanto miedo al dolor, a sufrir, ¡a sentir! Y eso no es nada sano. Como yo lo veo, y ahora desde mi experiencia, el dolor físico ayuda a procesar y dejar partir el proceso emocional. Durmiendo al cuerpo, de algún modo nos aislamos, nos alejamos de lo que verdaderamente está pasando. Transformamos la realidad. Es algo que no apetece vivir, que inconscientemente desvias para no afrontar. El dolor ayuda, ayuda.

Lo único que me importaba era que pudieses nacer con todo el respeto y el amor con el que nacieron tus hermanos. En el calor del hogar, respetando tus tiempos y rodeada de los que te quieren y no te olvidarán. Pero sobre todo, que te pudieses quedar con nosotros, en nuestro hogar, que tu cuerpo fuese tratado con el mayor de los respetos, como lo más sagrado, como lo que eres. Un regalo del Universo. Eso, seguro no sería posible en el hospital. ¿Qué harían contigo? ¿A dónde te llevarían? Y lo peor, ¿Dónde acabarías?

Cómo podría yo vivir pensando en qué habría sido de ti. Ahora sé donde estás, te veo crecer muy, muy suave y sutílmente, en las raíces de nuestro hogar. Ahora sé que esa decisión la había tomado tiempo atrás. Leyendo la historia de la pérdida de una compañera. El respeto y amor con que trató la situación que la vida le traía. Eso quería yo para ti. Para mí. Para todos nosotros. ¿Dónde quedaba tu padre en cualquiera de los procesos hospitalarios? Fuera, siemplemente fuera de la ecuación. Y ninguna de las dos queríamos eso.

            Aún en el hospital, esperando a que tu padre llegase para traducirme el consentimiento informado de todo lo que me acababan de explicar, tenía claro lo que íbamos a hacer (aunque en algún momento las dudas me acorralasen). Papeles firmados. Entro en la sala. ¿Cuándo vas a venir a tomarte las pastillas? Me pregunta la enfermera. “Ehhh, no sé.” “¿El jueves?” Me vuelve a decir. “Ehhh, no. No lo sé. Tengo que procesarlo. Creo que me han dado permiso para poder llevármelas y poder tomármelas en casa”. Cara de absoluta confusión. “Preguntale a la ginecóloca, si quieres” Adjunto. Con eso bastó para que me diesen las pastillas, que nunca iba a utilizar.

            Papi triste. Le costó asimilarlo mucho menos que a mí. Lo entendió y aceptó en el mismo momento. Súper triste. “¿Por qué nos pasa esto?”, “Pues no lo sé” Le contesté. Nos dimos un abrazo. Ni una sola lágrima por mi parte. Estaba en shock. Era real, había pasado. Estaba pasando. Algo había fallado. Pero no puede ser… Sí, si es.

Llego a casa, me pongo en contacto con las amigas-conocidas especialistas en el tema. ¿Por qué pasa esto? La gine me había dicho que no iba a hacer ningún tipo de prueba, que todo estaba bien, que tenía dos hijos totalmente sanos. No. A mí eso no me valía en absoluto. No, perdón, no tengo dos hijos sanos. Tengo dos hijos sanos y una hija muerta, aún dentro de mí.

Patricia, una gran compañera que me dio tanta luz en este proceso y a la que le estoy tan agradecida me dio mucha información sobre el procedimiento que había elegido. Cómo reconocer una infección, síntomas para ir al hospital, tiempo que podría durar la espera, y mucho, mucho apoyo. ¡Gracias Bonita!

También me comentó las pruebas que podía hacerme para quedarme más tranquila. Posibles causas y qué debía pedir en los análisis. Yo pensaba que sería mejor hacérmelos una vez todo hubiera pasado, pero no, ella me explicó lo “bueno” que era que todavía siguiese embarazada. Era así, seguía embarazada. Mi cuerpo no había reconocido la pérdida, seguía funcionando todo. Las hormonas y el malestar del primer trimestre (que por cierto, duraron exactamente hasta la semana 12+0). Por tanto es el mejor momento para hacerte las pruebas, si algo está mal, es en ese momento en el que mejor se ve.

            Así que a la mañana siguiente me fui al médico de cabecera a hacerle las pruebas pertinentes: tiroides, coagulación. Tuve suerte. Había tirado el volante para la prueba de tiroides (pensé que una vez embaradaza no lo necesitaría hasta después del embarazo), así que tuve que volver a pedirlo, con la suerte de poder ampliarlo con todas las cosas que Patri me había recomendado. Así fue. Así lo hice.

Yo seguía con mi mente ocupada, buscando respuestas y estando ocupada.

Pero la ansiedad empezó a apoderarse de mí. ¿Qué pasa si salgo de casa y empiezo a sangrar a chorro en medio del supermercado? ¿O en una visita? ¿O de paseo? Y peor, ¿Qué pasa si me pasa sola con los niños por ahí? Entonces no puedo salir de casa. De todos modos, seguía encontrándome igual de mal, así que tampoco tenía muchas ganas ni fuerzas para mucho.

            La verdad es que la espera es dura, durísima. ¿Deberé tomarme esas dichosas pastillas?

Menos mal que al cabo de dos días todo se normalizó. No pasa nada. Mi bebé y yo necesitamos este tiempo. Vendrá cuando tenga que venir. Marta también estuvo a mi lado virtualmente, como la gran comadrona que es, sintiéndola a mi lado, su cariño, su apoyo, su sabiduría. Todo ello ayudaba a procesar y sentirme segura de mi decisión. Tenía una gran profesional y una gran experta (por desgracia) a mi lado. No había nadie que pudiese darme más seguridad, más confianza.

            Ahora tengo tiempo para organizarlo todo. Dónde la vamos a enterrar, qué vamos a plantar, dónde lo vamos a plantar. Fue fácil. Un magnolio, ese olor, esa belleza, esa grandiosidad en la que se pueden convertir. Dónde era la elección más complicada. Siempre dudamos donde plantar más árboles en el jardín. Pero esta vez, los dos estuvimos de acuerdo, delante de la ventana de la cocina, en la que cocinamos, para verlo crecer en nuestro día a día. Sí, es perfecto, junto al peral.

Más adelante leería un libro que me regaló la abuela. “El lenguaje de las flores”. La magnolia significa dignidad. ¡¡¡Ni que lo hubiese elegido a propósito!!! Ni siendo así hubiese podido elegir ningún significado mejor. Todo, absolutamente todo lo experimentado con este proceso, incluido el apoyo y cambio social, se basa en esto, dignidad, dignidad y respeto.

            Estaba irascible, malhumorada, enfadada, encontrándome todavía físicamente mal por el embarazo. Qué frustración, ¡un embarazo que no va a ninguna parte!¡Qué injusto seguir encontrándome fatal para nada! Pero no es verdad. Tú, mi pequeña princesita querida, mi tan deseada ratita viniste a enseñarme mucho, no necesitabas quedarte ni un minuto más… ni un minuto menos. Me has enseñado tanto en tan poco… Mi corazón se ha ampliado, a unos niveles impensables. Ahora soy más compasiva, más sensible, más incondicional. Es decir, mejor persona.

            Los días seguían pasando. Todos mis seres queridos se preocupaban, Todos pensaban que era malo tener a un bebé sin vida dentro de una. ¡Pero ¿por qué?! La verdad es que todavía no lo entiendo. “Es mi hija, necesitamos nuestro tiempo. Durante toda la historia de la humanidad se ha hecho así. No me duele tenerla dentro, ¡sino que no tenga vida!”. Babi me preguntó “¿Es dura la espera, verdad?” “Sí, bueno, más duro es pensar que no sé que harían con ella si nace en un hospital. Que no me van a dejar llevármela a casa y lo más probable es que acabe en el cubo de los residuos”. Que subrealista es este mundo. Qué insensibles son los protocolos. Entiendo que los médicos se tienen que proteger del dolor constante que ven. ¡Pero la humanidad es fundamental! Tiene que haber un punto medio. No entiendo tanta necesidad de control ¿Para qué? Cada uno deberíamos de ser libres de elegir lo que queremos en cada momento. Sobre todo en cosas tan personales, delicadas y dolorosas. Porque ese muro no ayuda a nadie. Sobre todo a las madres, que las presionan para que lo hagan rápido y acaben ya y no les dejan procesar y decidir lo que es mejor para ellas. Quieren evitar el dolos, mirando hacia otro lado, pero lo que no se dan cuenta, es que sin afrontarlo, vivirlo, llorarlo, no se acaba de currar. Esconder, sea lo que sea, nunca ha sido saludable, mucho menos la muerte de un ser querido.

            Llegaron los resultados de las pruebas. Todo bien. Algo de anemia. Me quedo tranquila. En conclusión creo que fue fácil para mi cuerpo quedarse embarazada, pero después fue consciente de lo mucho que suponía y lo muy cansado que está de 3 embarazos en menos de 3 años y medio y casi 4 años de lactancia. A nivel espiritual… viniste a lo que viniste, me enseñaste lo que me tenías que enseñar, a mí y a toda nuestra familia. Incluido tu hermano mayor.

Hablo con Cachú. “Necesito que me testes. Me ha salido anemia en los análisis y no quiero que sea un problema a la hora de dar a luz en casa, y mucho menos cuando con este procedimiento se tiene más sangrado”. Tras 14 días desde que sé la noticia, Cachú me testa y entre las 20 cosas que me tengo que tomar, necesito tomarme en ayunas medio litro de agua con dos cucharadas de vinagre y una cucharilla de miel. ¡Dios mio bendito! En cuanto empecé a tomarmelo empecé a manchar. A los dos días tenía algunas molestias como de regla. El viernes, 8 de mayo sabía que de esa noche no pasaba. Tenía reunión de la Asociación. Te había pedido que no tuviese que perdérmela y que no nacieses el sábado, ya que es el aniversario de tu padre y mio, haciamos 8 años.

Y así fue, la reunión la pasé retorcida entre contracciones, preocupada de que eso que yo sentía fuese la energía del ambiente de reunión. Es curioso como nuestra mente se manipula sola. ¡Pensaba que era la regla! Pero a mis compañeras les decía que hoy era el día y que si me iba era porque me tenía que ir.

A las 6:30 tuve una contracción importante, un mensaje instintivo súper potente que me decía que me tenía que ir a casa. Tenía a un bebé dormido en brazos, el hijo de la doula que estaba dando la charla ¿Cómo podía interrumplirla ahora? 6:37. Otra contracción. “Tienes que irte YA” Me decía mi yo interno. No sé cómo dejé a ese bebé con su madre y me fui corriendo. Ya en el coche. Otra contracción realmente intensa. Sí, en dos minutos estoy en casa. Nunca me olvidaré, dando la rotonda de al lado de casa. Llegué. Aparco. Saludo (o gruño) Gente en casa, invitados. Supuestamente tendrían que estar en el jardín, pero no, están en el salón del piso de arriba. “Genial” pienso. Me encierro en mi habita. Portazo. Me siento en el baño. Otra contracción. Una especie de… Plof “Uf, voy a desnudarme e irme a la ducha, porque aquí sentada en el wáter si sales no te voy a poder coger”. Intento sacarme la falda por la cabeza. No puedo. Me levanto. “¿Qué es eso marrón clarito que hay ahí, que raro es? Lo cojo. Eres tú. Perfecta. Preciosa. Prácticamente formada: tu cabecita, tu columna, tus ojos, tus brazos y piernas. Hasta tus mofletes y nariz de patata,. Sin quererlo te habías quedado perfectamente colocada en mi mano. De lado, tumbadita, descansando. Que bonita eras, que pequeñita, que fuerte y que valiente. Qué maravilla poder tenerte en mi mano, qué duro tener que dejarte. No quiero. Un poquito más. Dios, gracias por haberlo hecho así. Todo ha merecido la pena. Estás aquí, en casa, en amor. Estaba tan en paz que ni me había dado cuenta que estaba sola. No me importaba. No estaba sola. Estaba llena. Estabas conmigo. Por fin estabas ahí. Por fin me podía despedir. Por fin la espera se había acabado

“¡¡¡¡Anžeeeeeeeee!!!!!”

Papi vino corriendo, el olor era demasiado intenso para él (ya sabes la sensibilidad que tiene). Y los hombres lo viven de otra manera, necesitan más tiempo para procesar y víncularse. Nosotras, las madres, no tenemos que hacer nada, el vínculo se hace solo, simplemente por estar ahí, escuchando mi corazón por dentro, alimentándote con mi sangre, sangre de amor verdadero. Todo nace naturalmente, un vínculo físico y emocional. Los hombres, hasta que nacéis, “sólo” tienen el vínculo emocional. Yo no podía soltarte, él no podía mirarte. “No importa, estoy bien, puedes irte, yo me quedo con ella”.

Te recojo en mis manosTe hago varias fotos ¿Cómo puede ser que siendo tan pequeña seas tan sumamente perfecta? Simplemente, el poder de la creación. Somos Diosas creando y los niños ángeles llegando a nosotras, no importa cómo lleguen cuánto se queden. Son el regalo más puro y absoluto.

El teléfono suena. Es Nina “Dice Lelé que envíes a Uroš para aquí”. “Ya nació, ya está aquí. Todo bien. Todo rápido. Es taaaan bonita… Te dejo. Te quiero. Hablamos”.

“Ati, tráeme la mini cestita que está en el armario de la alacena” “Aquí la tienes, ¿Es ésta?”. “Sí, perfecto, vamos a colocar papel para dejarla ahí” “Ufff, que duro, no soy capaz de soltarla, sólo un poquito más en mis manos” Algo tan pequeño y tan poderoso. Seguro, una de las pruebas más difíciles que he tenido que vivir, apoyarla en esa cestita y dejarla ir, dejarme ir y aceptar. Una prueba más de la vida. ¡Qué intensidad, qué profundidad, qué desafío!

Vale, una vez más, otro intento, ahora sí, mi niñita está en su cestita. “Vamos a enterrarla. Vamos niños”, “Ves Jernej, la hermanita ya nació, está aquí”. “Que pequeñita es” dice él.”Ahora vamos a enterrarla y a despedirla, ¿vale?”

Papi trae todo lo que necesitamos, la pala, el magnolio, los niños. Yo te llevo a ti, “solamente” a ti. “Niños, coged flores para echar junto a vuestra hermanita”. Cada uno cogió una flor, todas perfectas, las echaron la ollo y se despidieron diciéndote adios y saludando con las manitas. Yo te coloqué, no me acuerdo muy bien lo que dije, el dolor de las contracciones se intensificaba. Así que me subí corriendo al baño mientras el resto de nuestra familia acababa con la ceremonia.

El proceso no había acabado, en realidad sólo acababa de comenzar. Todavía quedaba mucho que expulsar, limpiar y procesar. Pero todo eso no importó, no importaba, no importa ni importanrá porque tú, mi regalito del Universo, tú, ya estabas enterrada, con todo el amor, el respeto y por supuesto la dignidad que te mereces, que nos merecemos. Y cada día vemos a ese magnolio crecer, estar, observar y nosotros a él, a ti, querida mía. Gracias.

 

 

Un embarazo que fue una pérdida gestacional temprana

Las pérdidas gestacionales durante el primer trimestre son un tabú.  En realidad, todas las pérdidas son un tabú, las del primer trimestre, las del segundo y las del tercero, pero quizá las «tempranas» mas aún.  Os dejamos la primera parte del relato de una mujer que perdió a su bebé con pocas semanas de embarazo.  

-El descubrimiento de tu llegada-

 cropped-Esfera-blanca.jpg            Entre mediados y finales de febrero te sentía intensamente dentro de mí. Debía estar embarazada de unas 3 semanas (5 para las cuentas de los ginecólogos). Me hice la prueba un lunes, y durante todo ese fin de semana estaba segura de que ya estabas con nosotros. Parece increible, pero sentia tu peso dentro de mí al estar tumbada de lado en la cama, sobre todo al girarme hacia el otro lado. Una sensación que ya había sentido antes… !Estando embarazada de tus hermanos de 7 meses! Desde el principio estaba clara la fuerza que crecía en ti.

Así que tras llevar a Jernej a la guarde me fui directa a la farmacia, me compré una prueba de embarazo y me fui corriendo para casa. Me hice la prueba al momento, las líneas se marcaban suaves y lentamente, pero ahi estaban. Las dos. !La confirmación de que no estaba loca! Era tal la magnitud de tu presencia, que no podía ser de otra manera.

            Tardé nada en ir con Martinho a buscar a tu padre. Estábamos preparando una nueva plantación de manzanas y había mucho trabajo por hacer. Justo estábamos plantando los árboles, así que tu padre estaba cavando agujeros. Al llegar, medio corriendo medio a saltitos, le dije “¿Quiéres que te diga un truco para cavar más rápido?” “¿Cuál?” Me dijo. “!Qué estoy embarazada!”

Sí, el shock y el estrés inicial de otro bebé que en menos de 8 meses estaría con nosotros es algo que Papi necesitaba procesar haciendo algunos hoyos más. “¿Pero no dijimos que íbamos a esperar un poco más?” “Bueno, se ve que no”, le dije feliz. Estaba entusiasmada con tu llegada, si, claro, algo abrumada, tres hijos en cuatro años y tres meses, (3 embarazos en 3 años y medio) pero otro ratoncito fruto de nuestro amor. !Me sentía flotando de alegría como si fuese el primero!

            Desde el mismo campo, sujetando los árboles que tu padre plantaba, y mientras Martinho destrozaba alguna cosa que encontraba, yo llamaba a la matrona para concretar las fechas del parto en casa cuanto antes (!no podía ser de otra manera!). Según Úrsula tu fecha estimada de parto sería el 14 de Noviembre. Más adelante tendría clarísimo que eras escorpio. Toda la energía que me transmitías. Siempre suelo reconocer alguno de los rasgos de vuestra personalidad en mi comportamiento durante el embarazo. Soy consciente de que alguna de mis reacciones no es propia de mi persona, sino de la pureza de vuestro ser. Y tú, no eras menos. Los grandes miedos, la intución, la fuerza. Escorpiona seguro.

            Tras colgar la llamada con Úrsula llamé al hospital para concretar una cita con Macun. Estaba de vacaciones, pero yo no quise esperar porque no recordaba la fecha de mi última regla, aunque sí sabía el día de la concepción (!O eso creía yo!). Solicité que me atendiera otro gine para asegurar el desarrollo embrionario y así no tener problemas para concretar la fecha. Sin problema.

Al llegar al gine, !qué sorpresa! Estoy de menos de lo que creía. “¿Pero cómo?”; “¿Estás segura que no pudo ser después?” Me preguntó la gine. “Pues no sé”, me bloqueé. “Bueno, pues vuelve en un par de semanas. Estás de casi 6”.

Llego a casa y se lo comento a tu padre. A él no le costó nada recordar dónde había estado. “Ah, sí, pues estabas en un congreso en Bilbao”. Vale, por un momento la coña valió. Pero ya estaba. Obviamene la gine se había equivocado, y había que echar cuentas. “Te acuerdas de…”, “Lo hicimos cuando…”. Vale, cálculos hechos. Todo en orden. Fecha estimada 17 de Noviembre.

Me encontraba tan bien, te sentía tan presente, todo era tan idílico e inesperado que lo propagué a los cuatro vientos. Jernej estaba feliz. !Iba a tener una hermanita! “Pero cómo tiene tan claro que va a ser una hermanita, le dijiste tú algo?” “¿Yo? ¿Cómo? si no sé lo que va a ser Yo siento que es una niña, pero no sé si es mi intuición o mis ganas. !Pero Jernej lo tiene clarísimo! Y no le lleves la contraria..” “Mami, cuando la hermanita salga por la parrochiña, !Vamos a ver dibujos!” “Mami, cuando la hermanita salga vamos a jugar” “¿Pero Mami, cuando viene?” Me acariciaba la barriga y te mandaba besitos. Jernej sí que te tenía muy presente.

            Fueron pasando los días y todo empezó a cambiar. Me sentía súper mal. Llegadas las 4 o 5 de la tarde me moría del cansancio, me ponía verde o blanca (según Papi) y necesitaba tumbarme. Con el tiempo entendí que necesitaba descansar y no lo hacía si no me encontraba así de mal. El sol y el calor eran insoportables. Si me daba el sol, me subía la fiebre !A mí, qué no tengo nunca! Me pasaba las tardes de 7 a 9 tiritando y con temblores, y antes con sofocos. Me sentía tan mal que empezaba a preocuparme de que la cosa fuese bien.

            Casi no comía, todo me daba ganas de vomitar, no me apetecía nada, !sólo ensalada! Y mira que es raro porque en todos los embarazos !Me vuelvo súper carnívora! “En fin, será lo que necesitaré. Lo que necesitaremos”.

            Igual que mi cuerpo físicamente empezaba a cambiar y a dejar bien claro mi embarazo. Mi personalidad también. Empezaba a sentir cosas que no reconocía como mías. Eran tuyas. Era tal la fuerza en ti que las empecé a sentir súper pronto (igual porque no había más tiempo…) Pero es interesante como estabas muy presente en alguna de las personas de mi entorno. Nina me dijo “Espero que todo salga bien” La verdad es que le salió del alma, y hasta nos reímos de su pesimismo. Tu tía Caro lo había intuido el mismo fin de semana que me hice la prueba. Es tu madrina, y también tenía claro que eras una niña. Babi también te tenía súper presente, y me decía constantemente que me encontraba así de mal porque eras una niña. La pobre, también lo pasó mal.

            Llego el desayuno familiar de Semana Santa. Como es tradición, nos fuimos todos a casa de Babi y Dedi a desayunar en familia. Tuvimos relaciones antes de ir, y de repente me sorprendí con un ligero sangrado. Nunca me había pasado antes, y curiosamente por algo no tenía ganas…

“Debería ir al hospital o espero hasta el martes que tengo revisión? Definitivamente me voy hoy. Es domingo de Pascua, seguro que no hay nadie” Así fue, nadie, nadie que me tuve que poner a buscar al personal abriendo literalmente puerta por puerta hasta que encontré a !!mi ginecóloga!! Estaba de suerte, la ginecóloga en la que más confiaba estaba de guardia y me iba a atender.

“No hay hematomas. Hay latido. Todo está bien. Estás de 7+5. Fecha estimada 17 de Noviembre.” “Confirmado”, pensé yo, “el cumpleaños de Filip”. “¿Pero es normal que me encuentre tan mal? Nunca antes me había sentido así en los anteriores embarazos. Es súper fuerte”. “Sí. Lo es. Mis hijos me doblaron durante todo el embarazo. Los dos” dijo Eva.

Pasaron los días y yo seguía encontrándose igual de mal !Eso no era mal, era fatal! Los miedos ¿o sería la intuición? Me acompañaban cada día más. ¿Deberé dar a luz en casa esta vez? Tengo la sensanción de que algo malo va a pasar. Un miedo muy profunzo tuvo que invadirme para llegar a hacer temblar esos pilares tan sólidos. Será miedo.

El 22 de abril tenía revisión. “Uy, qué raro, en la semana 10 ¿Y por qué no en la 12 como debería de ser? Que raro, ni me di cuenta cuando me dio la cita”. Llego. Me mandan a hacer análisis de sagre, ¿y no de orina? Jolin, con lo mal que me encuentro me quedaría más tranquila si me hiciesen las dos.

Se esfuma...“Estás perfecta. Ahora vamos con la eco”. “!Mhhh!” Exclamó la gine. Eso m hizo centrarme. Sabía lo que significaba. Miré fijamente la pantalla, y ya lo entendí. Ahí estabas, flotando como en un mar a la deriba, con las manitas unidas, sin moverte, sin vida, sin latido. Suelen tener que mover mucho el aparatito porque entre el bebé y el líquido, hay mucho movimiento, pero no está vez. Todo estaba en calma. Silencio. Soledad.


¿Qué pasa? Dije. “Parece que no hay latido. Vamos a hacer una eco vaginal para verlo mejor.” “!Sí, claro!”. Desnuda de piernas para abajo en una camilla normal a la que hay que ponerle un cojín bastante alto en mi lumbar para girar la pelvis. Introduce el tubo. Lo mismo. Empiezo a vibrar, no me puedo aguantar los sollozos, y eso son como turbulencias para hacer la eco. En una respiración profunda la gine consigue congelar el momento. La foto. Mi niña. Ahí está, quietecita.

“¿Puede nacer en casa?” Dije llorando…

 

El nacimiento de Román, parto en casa

Hace ya casi 3 años de este nacimiento y parto en casa, uno de los primeros… Especial no sólo por eso, si no por el cariño que le tengo a Nuria.  Gracias por confiar en mi y gracias tu amistad y tu cariño.

Marta

Otoñal Imagen cedida por Belen Rodríguez

Otoñal
Imagen cedida por Belen Rodríguez

Unos días antes empezaron los miedos. Pero contra todo pronóstico, no fueron miedos a que algo fuese mal durante el parto, sino miedo a que cualquier cosa me impidiese parir tranquila en casa y nos hiciese ir al hospital. Empecé a tener síntomas fantasmas, dolores absurdos… miedo, miedo, miedo. Mi prueba esta vez no era el parto en sí, sino confiar en que llegaría a él. Yo sabía que una vez que el parto empezase nada iría mal… sólo me aterraba la idea de no llegar hasta allí. Y para acabar de pasar la prueba, en la semana 38+3 días, rompí aguas.

No lo esperaba. En absoluto. En mis partos anteriores la bolsa, o bien la habían roto durante el parto, o se había roto espontáneamente con la dilatación muy avanzada. Así que cuando a las 8,00 de la mañana del martes, me levanté con pérdidas de líquido no sabía si alegrarme por lo poco que quedaba o preocuparme porque, en eso sí se parecía al resto de mis partos, aún no había tenido ni una sola contracción que indicase que la dilatación había comenzado.

Era una fisura. Salía líquido de a poquitos. Llamé a Marta, mi matrona. Me dijo que intentaría venir a lo largo del día… pero a las 10 de la mañana estaba en casa.  Escuchamos a Román y todo estaba bien… ¿qué hacemos?… nada, esperar. Nos tomamos un té tranquilamente en la cocina, hablando de lo divino y lo humano… y al levantarme para despedirme, la rotura de la bolsa dejó de ser fisura para convertirse en rotura franca. Un río de líquido bajó entre mis piernas… y así me pasé las siguientes horas… sintiendo cómo el líquido salía y esperando a que apareciese alguna contracción.

Pero nada. Marta se había marchado. Habíamos quedado en que en 24 horas valoraríamos, pero mi cabeza iba a mil por hora. Y si no aparecen? Y si no me pongo de parto? Qué hago? Pasé todo el día ahí, anclada en el “y si”… y las contracciones no venían, ni una, ni floja, ni fuerte… nada…

Me acosté entre lágrimas, temiendo no ponerme de parto. Intelectualmente sabía que había más que 24 horas, y que podría contar con Marta si decidía esperar más… pero a la vez sabía que como mucho, muchísimo, emocionalmente no aguantaría más de 48. Así que me acosté pero no dormí. Intentaba captar cada mínimo movimiento. Sentir la más leve evidencia de una contracción… pero hasta pasadas las 12 de la noche no empecé a notar levísimas contracciones, muy espaciadas y muy flojas, pero por fin algo se movía, íbamos hacia alguna parte.

Las siguientes horas fueron así, sintiendo contracciones y sonriendo con cada una. Algunas eran un poquito más fuertes, lo que aún me hacía sonreír  más.  Por fin, entre las 4,30 y las 5,00 todo se volvió más intenso, más profundo, más doloroso y más concreto. Dí una vuelta por casa pero aún me volví a meter en cama. A las 5,30 decidí que aquello iba en serio… faltaba  poco. Llamé a Marta y a continuación al trabajo de Manu para que le avisasen de que estaba de parto. Y me senté a esperarles. No llamé a mis padres para que vinieran a buscar a los niños porque aún no sabía si el parto duraría mucho o no, pero un cuarto de hora después, cuando llegó Manu, me costaba aguantar las contracciones y les llamamos. 

No podía ponerme de pie, ni sentada… las contracciones eran muy fuertes, muy seguidas, y en realidad, casi no paraban… la sensación era más bien una sola contracción que bajaba y subía en intensidad, pero que nunca me abandonaba del todo. En 20 minutos mis padres estaban en casa y yo ya casi no podía hablar… seguía tumbada, era la única postura en la que me encontraba bien. ¿Y el parto vertical? Y las mamíferas y el canal de parto y la toda la teoría sobre la postura?? A la porra!! Sólo podía estar tumbada. Se fueron mis padres y llegó Marta. Todo muy sincronizado. Me encontró de pie… no recuerdo si intentando ir al baño o volviendo, pero lo cierto es que no me podía mover… si las contracciones acostada eran difíciles de llevar, de pie eran imposibles… era una sola contracción continua que no bajaba de intensidad.

Marta escuchó a Román y me dijo que estaba todo perfecto, lo único que lo escuchaba lejos y que no acababa de entender cómo estaba situado. Pero yo sólo escuchaba: “está bien”… el resto me daba igual.

Eran las 6,30… sólo había pasado una hora y media desde que todo se había desencadenado. Yo seguía tumbada… en un momento intenté sentarme en un banquito pequeño pero otra vez casi me desmayo del dolor. Ahora que todo está donde debe estar, llamad a Patri. Patri, mi amiga y una de las madrinas de Román. Quería que estuviese con nosotros. Cuando llegó, creo que ya sobre las 7,30, yo ya estaba empujando.

Román nació diez minutos antes de las 8 de la mañana. Sin líquido amniótico y, sin que nadie se diese cuenta, en posterior. Por eso costaba escucharle bien. Por eso dolió tantísimo, por eso fue tan intenso. Marta dice que fue una suerte no haberme hecho un tacto, porque así ni ella misma supo cómo venía y nadie supuso un parto más complicado o más largo sólo por cómo estaba colocado.

Cuando salió, nadie más que yo lo tocó. Lo cogí en brazos y lo puse sobre mi pecho. Me quité la camiseta que llevaba y esperamos a que dejase de latir el cordón. Salió la placenta pero el cordón siguió latiendo… casi media hora después se pudo pinzar. Lloramos todos. Marta, Manu, Patri, Román y yo. Y como los partos y las lágrimas de alegría dan hambre, una hora y media después estábamos todos en la cocina comiendo croissants y tomando café con leche.

Violeta y Lucas volvieron a mediodía. Mis padres se quedaron a comer. Comida rica y helado. Un día de fiesta… lo que debe ser un nacimiento.

Pienso mucho en cómo habrían sido las cosas de haber optado por un parto hospitalario. 24 horas de bolsa rota. Estreptococo desconocido. Bebé en posterior. ¿Inducción? Casi seguro. ¿Fórceps? ¿Ventosa? Más que probable… con su episiotomía y sus puntos correspondientes. ¿Antibiótico para mí? Sin duda. ¿Y para Román? También… lo que hubiese implicado además una separación de una semana, él ingresado en neonatos y yo peleándome para entrar, para cogerle, para alimentarle, para todo. Pienso mucho en cómo se habría torcido todo, en como un día de fiesta podría haber acabado con una semana en la casa del terror. Así que sólo puedo dar gracias por este nacimiento… gracias a Marta por habernos regalado su presencia tanto a Román como a mí, tanto a mis dudas como a mis miedos… gracias a Patri por compartir este momento, por haber madrugado para estar, sólo estar, en el nacimiento de su ahijado… gracias a Manu, por su templanza siempre, por su saber estar seguro y confiado. Y gracias también a mis padres, por comerse sus miedos y confiar en mí, por haber pasado todo el embarazo y el parto sin tener claro que esta fuese una buena opción para ellos, pero callando y aceptando que era la mejor opción para nosotros. Gracias a Violeta y a Lucas, que me trajeron de la mano hasta este parto, y le regalaron, sin saberlo, este nacimiento a su hermano. Y gracias a todas las mujeres que me han enseñado el camino y han ido quitando piedras y ramas viejas para hacérmelo más fácil… 

A todos, de corazón, gracias… mías y de Román.

Nuria Otero Tomera

Si no hay epidural, no hay paraíso

«Si no hay epidural, no hay paraíso» no es una frase nuestra.  Esto lo ha dicho Pilar Rubio en el estreno de la nueva temporada de El hormiguero.  Exactamente la frase fue «No os hagáis tatoos en la espalda porque no os podrán poner la epidural.  Si no hay epidural, no hay paraíso».

Vaya por delante que a veces la epidural es necesaria y permite que un parto que ya no se estaba disfrutando se pueda vivir de forma más placentera.  O en un parto en el que son necesarias determinadas intervenciones, gracias a ella las mujeres pueden vivir el proceso sin dolor.  Incluso hay circunstancias en las que el dolor no permite una buena evolución del parto y en el momento en que el dolor desaparece, el parto fluye con rapidez.  Pero eso no significa que si no hay epidural no puedas sentirte en el paraíso mientras pares.  De hecho, hay muchas mujeres que consideran que a pesar de haber sentido dolor en sus partos, éstos han sido placenteros.

La epidural, como toda intervención conlleva unos riesgos:

  • Reacción alérgica a la anestesia empleada
  • Sangrado alrededor de la columna vertebral (hematoma)
  • Dificultad para orinar, lo que lleva a que tengan que sondarte cada cierto tiempo.
  • Caída en la presión arterial, que puede provocar una bajada en la frecuencia cardiaca en el bebé.
  • Infección (meningitis o absceso)
  • Daño neurológico
  • Convulsiones
  • Dolor de cabeza en los días posteriores
  • No alivio del dolor (si, a veces la epidural no es efectiva…)

Además, el hecho de no poder moverse, hace que haya más dificultades para que el bebé se encaje y descienda por la pelvis, lo que aumenta el riesgo de necesitar ayuda de algún instrumento (fórceps o ventosa) para que nazca el bebé.  Me sigue sorprendiendo que se hable tan alegremente de la epidural, cuando la decisión de ponerla o no ponerla debería tomarse tras valorar cuidadosamente los riesgos y los beneficios.

Parto y paraísoLo que muchas veces lleva a una mala experiencia en el parto no es el dolor, si no la pérdida de control que experimentan algunas mujeres durante el proceso, el trato despersonalizado, las intervenciones por rutina, la falta de empatía, la soledad,…  que hacen el que dolor se vuelva insoportable.  Para que las mujeres puedan disfrutar de sus partos y sentirse en el paraíso es necesario reducir las intervenciones, hacer sólo las estrictamente necesarias, pero sobretodo, dotar a las mujeres de herramientas que las hagan autónomas para manejar su dolor (sofronización, masajes, calor, agua, acupuntura, aromaterapia, buen acompañamiento,…) y sólo cuando todas esas medidas ya no son efectivas, echar mano de la epidural.

Para tranquilidad de todas aquellas mujeres que tengan tatoos en la espalda y duden de si podrán o no ponerse la epidural, os diré que generalmente siempre queda algún hueco sin tinta en la piel en el que se pueda hacer la punción; pero de verdad, merece la pena vivir un poquito ese dolor, entregarse al parto y desplegar todo el poder que tenemos como mujeres, darnos la vuelta y sacar provecho y placer de ese momento.

Palabra de matrona

 

 

Mi frustrado parto en casa…

Amor en estado puro

Amor en estado puro

Hace ya un mes de mi frustrado parto en casa,  y es increíble ver cómo los detalles se van borrando poco a poco y sólo queda grabado una idea global del parto, pero intentaré recopilar mis recuerdos del nacimiento de mi hijo.

Soy matrona y atiendo partos en casa porque creo que es la mejor opción para las mujeres y sus bebés.

Cuando me quedé embarazada, no me podía plantear otra cosa. Estaba feliz, por fin iba a poder experimentarlo en mi propio cuerpo, quería pasar el embarazo, sentirlo todo, y parir. Queríamos que nuestro hijo naciese en nuestra casa, con la única presencia de sus padres y sus dos matronas, mi amiga y compañera en esta locura de Luna de Brigantia, Marta, y mi amiga, Eva.

Sabía que iba a ser un momento duro, intenso, poderoso e irrepetible, y realmente, así fue, aunque las cosas no salieron exactamente como lo habíamos planeado.

Pasé un embarazo muy feliz, una época preciosa para mi pareja, David, y para mí. Me sentía pletórica y conectada desde el primer momento con mi bebé, Teo. Pasaron las semanas y llegamos a término. En el hospital de referencia, te inducen en la semana 41, así que esperaba de corazón, no tener que llegar a ella.

David y yo hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para no llegar a ese control, pero el día llegó y la persona que me recibió fue bastante respetuosa. Me preguntó si conocía los riesgos y le respondí que conocía los riesgos de no inducirme y también los beneficios, y por eso había tomado mi decisión. Tendría que volver a los 3 días para un nuevo control.

Esa misma noche empezaron las contracciones. Eran suaves, molestas pero no dolorosas, me despertaron algunas veces; pasé toda la noche con un sordo dolor de regla.

Cuando salió el sol, las contracciones continuaron. Eran esporádicas, pero empezaban a ser más molestas. ¡Por fin el momento había llegado, mi parto en casa empezaba! ¡Iba a parir y a verle la cara a mi bebé! Pasé el día emocionada, arreglando cosillas.

Cuando David llegó de trabajar, estaba cansada. Comimos, y decidí acostarme un rato en el sofá; había dormido muy mal y quería coger fuerzas por si el gran momento llegaba esa noche. Me tumbé en el sofá y dormí apenas 30 minutos. A las 17h, las contracciones eran ya molestas y cada 10-15 minutos.

No quería que aquello se parase, así que después de un par de horas con contracciones cada 10 minutos, decidimos irnos al Castro a caminar y a subir y bajar escaleras. Nos íbamos parando cada más o menos siete minutos. Avisé a mis matronas de que la cosa se estaba animando.

Al llegar nos pusimos música, cenamos algo y me metí en la bañera. Intentamos acostarnos a descansar sobre la 1h, pero con las contracciones no era capaz de estar tumbada, así que nos pasamos la noche paseando por la casa, bailando e intentando disfrutar del momento.

Sobre las 5, llamé a Marta y a Eva, las contracciones ya eran muy fuertes y seguidas, me dolía sobre todo a nivel lumbar y con el calor no me aliviaba, así que quería que intentasen inyectarme agua estéril, a ver si con ello podía descansar un rato y tomar fuerzas.

Cuando llegaron, escucharon a Teo, que estaba mucho mejor que su madre. Me pusieron las inyecciones (que ahora puedo decir por experiencia propia que duelen y escuecen muchísimo) y empecé a notar las contracciones más en el abdomen y un poco menos en la espalda.

Sobre las 6h, decidimos tumbarnos para poder descansar un poco. Las matronas decidieron quedarse en casa y se fueron a dormir a la habitación que les habíamos preparado. Cada 5 minutos, David me presionaba en el sacro y así, descansábamos y dormíamos lo que podíamos entre contracciones.

A las 9h ya estábamos todos en pie. Yo no tenía nada de hambre, pero me prepararon un zumo de frutas, que tenía consistencia de papilla, para reponer fuerzas… creo que no me pude acabar ni la mitad.

Pasamos la mañana entre contracciones, que parecían haberse espaciado un poco, y paseos por la casa. A mediodía vieron como estaba; había borrado cuello y dilatado unos 3-4cm, aunque la cabeza de Teo seguía muy alta y aún no apoyaba sobre el cuello. Estaba muy contenta porque la cosa había avanzado.

Marta y Eva continuaron dormitando toda la mañana en su habitación. Por la tarde intentamos acostarnos otro rato, pero a media tarde ya no podía continuar tumbada. Las contracciones eran intensas y muy frecuentes.  Estábamos todos cansados, pero estábamos intentando disfrutar cada momento: cantábamos, bailábamos y hasta nos reíamos.

Entrada la noche, no veíamos que la cabeza hubiera bajado. El corazón seguía escuchándose a la misma altura, así que decidimos que era el momento de intentar hacer otras cosas. Me puse a subir y a bajar las escaleras del edificio, caminé a gatas por la casa hasta que me dolieron las rodillas… Así empezamos la noche. Eva y Marta se iban turnando para descansar y David iba durmiendo lo que podía entre contracción y contracción.

A las 5 de la mañana se rompió la bolsa. El líquido era teñido. Teo se escuchaba perfectamente, así que yo quería esperar. Marta me hizo un segundo tacto. Estaba casi igual que por la mañana. El cuello era blando y dilatable, pero la cabeza no se encajaba, por ese motivo no dilataba más. Creían que lo mejor sería ir al hospital, pero yo me negaba a asumir que no pudiese continuar el parto en casa, así que intenté retrasarlo todo lo que pude.

Recogimos la casa, organizamos la cocina, hicimos la cama, intenté comer algo…y cuando ya no pude dilatar más el tiempo, David y yo salimos hacia el hospital. Por supuesto, decidí que haríamos caminando los 5 minutos que separan nuestra casa del hospital. En el camino nos paramos unas 5 veces, y los 5 minutos habituales se convirtieron en más de 15.

David se sentía triste, pensaba que nos íbamos porque él quería , en contra de mi voluntad. Le expliqué que, aunque estábamos haciendo algo que yo no me había planteado, en el fondo era consciente de que era la mejor opción. Si en más de 12 horas de contracciones regulares casi no había habido cambios, el líquido estaba teñido… a lo mejor hacía falta «algo mas».

El trato en el paritorio fue maravilloso. Estuve con Carla hasta las 9 de la mañana, y después sabiendo que entraba de guardia Moncho, le pedí que fuese él mi matrona.

Al llegar con líquido teñido, me dijeron que había que poner oxitocina para acelerar el proceso, y una vez desnaturalizado, me puse también la epidural.

Pedí a Moncho que me bajase la dosis de epidural para poder notar las contracciones y poder empujar cuando fuese el momento, así que pasé la mañana entre la pelota, de cuclillas y a cuatro patas sobre la cama. Las contracciones me molestaban, pero no era nada comparado a lo que había pasado.

Estuvimos solos en la sala de dilatación toda la mañana. Moncho entraba de vez en cuando, pero lo justo. David me besaba, me abrazaba y no paraba de decirme lo bien que lo estaba haciendo desde el principio.

A mediodía llegó Eva. Ella trabajaba en el hospital, así que no tuvo ningún problema para entrar y estar también con nosotros. Sobre las 2 de la tarde empecé a tener ganas de empujar. A Teo le costaba bajar porque su cabeza estaba mal colocada.

Dos horas más tarde empezaba a verse su cabeza asomar. Me dejaron verlo en un espejo. David estaba emocionado y no paraba de sonreírme.

Moncho me preguntó si quería pasar a paritorio o si prefería quedarme allí mismo; yo no quería bajo ningún concepto que me moviesen de allí.

Moncho cogió el teléfono de David para grabarlo todo. Eva observaba la salida de la cabeza de nuestro bebé y David me daba la mano, sonreía emocionado y miraba como nuestro pequeñín se habría paso para conocernos.

A las 4h30 salía su cabecita. Yo estaba de lado sobre la cama. Esperamos a la siguiente contracción para que saliese el cuerpo y por fin pude coger a Teo con mis manos y poner su piel desnuda, cálida y húmeda sobre mi pecho.

No puedo describir lo que sentí en ese momento. Estábamos todos emocionados. Nuestro bebé había nacido de manera dulce y sin dañar mi periné. Al minuto dejó oír su primer llanto y al minuto siguiente ya estaba enganchado a mi pecho.

Los primeros días fueron complicados dado lo mucho que había sangrado, pero una vez en casa todo fue a mejor.

Mi niño nació un precioso 15 de Julio, no como lo habíamos planeado, pero su nacimiento fue íntimo y respetado. Pesó 4140gr, lo que no ayudó a que su descenso en mi pelvis fuera fácil.

Agradezco de corazón el trato de mis matronas en el hospital. Gracias a Moncho por hacer que un parto hospitalario pueda ser íntimo y respetado y gracias a Eva por su acompañamiento, su cariño y su maravilloso trabajo durante tantas horas.

Sé que a Marta le hubiese gustado estar, yo tuve la misma sensación en su parto, pero está claro que el destino no lo quería así. Espero que pueda estar en el nacimiento de mi segundo hijo en casa.

Tras esta experiencia, me he dado cuenta de que la vida no es como las matemáticas y no podemos controlarlo todo. No era lo que quería, pero ha sido una experiencia enriquecedora que me ha enseñado mucho.

Agradezco a mi familia el respeto y la calma, cuando a las 12h se morían de ganas de pedirme que me fuera a un hospital.

A mis amigos y clientes el cariño y la preocupación.

Agradezco a mi pareja su apoyo en todo momento, porque sin él todo esto no hubiera sido posible. Me ha demostrado que no podría compartir mi vida con nadie mejor. Persona, amigo, pareja y ahora, padre maravilloso.

Y, por último, agradezco a mi hijo el haberme escogido como madre y todo lo que me está enseñando día a día, para hacer de mí una mujer y madre mejor.

Espacio de reflexión sobre parto medicalizado

La semana pasada el equipo completo de Luna de Brigantia estuvimos en el curso que organizado por la psicóloga perinatal de nuestro equipo, Jésica Rodríguez y que trataba de la pertinencia e implicaciones físicas y emocionales del parto medicalizado o intervenido.

Este curso absolutamente multidisciplinar contó con representantes de todas las sociedades profesionales dedicadas al campo perinatal de nuestro país.  Desde obstetras, pasando por pediatras, matronas y psicólogos, compartimos la visión de la necesidad de la individualización y atención correcta al parto y nacimiento.

El resumen de dicho curso, podéis descargarlo en este enlace.  Lo que es imposible que se refleje en ese resumen es el cariño y trabajo en la organización, el buen ambiente y todo lo aprendido y compartido.

En nuestra ponencia a cargo de Marta Bernardez, que se titulaba «La necesidad de un adecuado trabajo en equipo.  El papel de las matronas en los partos intervenidos» hablamos de trabajo en equipo y trabajo en grupo, pero una de las reflexiones más interesantes que hicimos fue que un parto no intervenido es aquel que sucede de forma fisiológica sin más intervención que la interacción entre la madre y su hijo, todo lo que añadamos a esto, es una intervención. Asi que básicamente, un parto no intervenido es un parto inasistido.   Intervención es auscultar o poner la monitorización, es hacer un tacto, es simplemente estar allí y dar ánimos. Porque cualquiera de esas cosas, tiene consecuencias, positivas si se hacen de forma correcta y negativas si se hacen de forma incorrecta.   Es por eso, que la Guía de práctica clínica de atención al parto normal habla sobre el acompañamiento de la embarazada, sobre la monitorización continua, discontínua, asuscultación ,… habla de cada cuanto tiempo se deberían hacer los tactos y muchas otras intervenciones que habitualmente obviamos como intervención, pensando que intervenciones son sólo las cesáreas o las instrumentaciones.  Deberíamos hablar de parto de baja intervención en lugar de parto no intervenido.

En el parto debe existir una razón de peso para intervenir, y esa razón nos las marcará la evidencia científica y cada vez más, el trabajo en obstetricia de basa en esa evidencia, aunque aún nos queda un largo camino por hacer. Habrá algunas intervenciones que puedan ser realizadas por la matrona pero si se identifica una desviación de la normalidad y es necesaria la intervención de un ginecólogo u otro miembro del equipo multidisciplinar,  la matrona continúa siendo responsable de proveer apoyo global, maximizar la continuidad de los cuidados y promover —en la medida de lo posible— el embarazo y parto como un proceso fisiológico normal.

La matrona debe informar de la situación real a la mujer, no ocultar información ni decir verdades a medias y debe también presentar al nuevo interviniente del equipo si es que no lo conocía. Ya que la matrona es el profesional con el que la mujer ha mantenido más contacto desde el ingreso, aún cuando sea necesaria una actuación extremadamente urgente, siempre debe haber un momento para decir: “No hay tiempo de dar demasiadas explicaciones, las cosas no están saliendo como queríamos. Entendemos tu miedo y tu preocupación pero todos los que estamos aquí estamos trabajando para ti y tu bebé” Explicar la intervención que se va a hacer y agarrar una mano, sostener una mirada.

También hablamos de los parto domiciliarios que tienen que ser trasladados al hospital, de cómo en estos casos, más que nunca, el trato debe ser aún más «exquisito», para que la experiencia no se viva negativamente.  Para esta idea nos apoyamos en un pequeño estudio australiano (1) que dice que en caso de ser necesario un cambio de planes antes, o durante el parto, cuando la mujer mantuvo un control de los sentidos, experimentó una comunicación efectiva con los cuidadores y tuvo el apoyo y la información de su matrona, la transferencia a un hospital de mayor nivel no pareció ser experimentado negativamente.

Para ilustrar este tema, leímos varios relatos, que nos hicieron ponernos por un momento en la piel de esas mujeres y ser capaces de ver las cosas con otros ojos.

La conclusión es que aún nos queda trabajo por hacer, pero tenemos que trabajar en equipo con el resto del equipo de atención a la embarazada, debemos conseguir crear unidades de parto lideradas por matronas e intentar encajar la evidencia científica y las decisiones de la mujer, pero teniendo claro que no encajen, la decisión de la mujer pesa más que nuestra opinión como profesionales.

Curso parto medicalizadoFue un gusto compartir este curso con Jésica Rodríguez, Natalia Alonso, Casimiro Obispo, Iñigo Montesino, José Manuel Martín Morales, Jose María Paricio Talayero, Merixel Sanchez, Beni Martinez, Carmen Amorín y el resto de asistentes.

A pesar de todas las dificultades para su realización, creo que debería repetirse con cierta frecuencia este tipo de cursos multidisciplinares.

(1) THE EXPERIENCES, TIMING, FREQUENCY, REASONS, URGENCY AND CLINICAL OUTCOMES FOR WOMEN WHO CHANGED THEIR PLANNED PLACE OF BIRTH OR TRANSFERRED FROM PRIMARY MATERNITY UNITS TO A TERTIARY MATERNITY HOSPITAL C.P. Grigg 1. Faculty of Nursing and Midwifery, University of Sydney, Sydney, Australia. 2. Canterbury District Health Board, Christchurch, New Zealand.