Author Archives: Luna de Brigantia

About Luna de Brigantia

Luna de Brigantia está formado por un grupo de matronas que ejercemos nuestra profesión en toda la comunidad gallega. Entre otras actividades propias de la matrona, acompañamos partos y dilataciones en casa. Puedes contactar con nosotras en: info@lunadebrigantia.com 654932033

Carta para Mai

Hoy es 3 de marzo de 2017, hace 2 años que nació Mai, dos años de vida tras su muerte y dos años desde que nuestra matrona Marta le escribió esta carta.

Que tristeza se siente al saber que nunca leerás estas letras.

Soy Marta, conocí a tus padres en el 2011, cuando ellos y yo acudíamos a las reuniones de El Parto es Nuestro, en Saians. Tus padres eran “unos hippies que venían desde Ourense”, pero que tenían las ideas muy claras. Yo era una madre, que coordinaba las reuniones de vez en cuando y que se estaba formando como matrona en Barcelona.

En ese primer embarazo, tu madre dudaba entre parir en Ourense o en el Salnés, y al saber de la “nueva sala de parto natural” de Ourense se decidió por estar más cerca de casa. Ese parto la marcó terriblemente. Ingresada en preparto, sin que le diesen mucha información, se llevó el kit completo y acabaron haciendo una ventosa para que naciese B. Tras eso, los puntos de la episiotomía se infectaron y tu madre sufrió lo indecible en el posparto.

7 meses después se quedó embarazada y esta vez era “otra mujer”. Decidió parir en casa, pero no sabía si hacerlo en Bilbao (en casa de tus abuelos paternos) o en Galicia pero finalmente decidió por hacerlo en vuestra casa.

Llegó el día del parto, cuando tu madre me llamó, estaba en la fiesta de la reconquista de Vigo. Recogí a las otras 2 matronas y fuimos a Morgade. Allí tu madre parecía estar de parto, empezó a sentir ganas de empujar y cuando ya llevaba varias horas sin haber cambios, le hice un tacto. Estaba a 7 centímetros. Con sus posiciones buscaba tener menos contracciones y notar menos ganas de empujar, pero era incapaz, y con nuestra inexperiencia…, ninguna de las 3 matronas pudimos ayudarla más.

Intentamos descansar, y 8 horas después de aquel tacto, le hice otro. Tu madre ya había decidido que si estaba igual, quería irse al hospital, así que, a las 8 de la mañana, con 7 cm y el cuello edematizado, recogimos todo para irnos al Salnés. Tuvimos que parar en Puxeiros para que B. se quedase con tu abuela materna. Continuamos el camino hacia el Salnés. Sonaba Silvio Rodríguez.

Al llegar allí, tu madre suplicaba la epidural, pero por suerte el anestesista era tan estricto que como no había hecho la consulta de preanestesia, no se la quería poner. Que bien!! porque tras romper la bolsa, J. nació con unos pocos pujos.

Tu madre descubrió que sí se podía parir en un hospital y tu padre por fin pudo ver nacer a un hijo.

En el paritorio descansamos los 4, mientras J. tomaba teta, tu madre una palmera de chocolate y tu padre y yo un bocadillo de tortilla. Después hubo unos encuentros y desencuentros con el servicio de pediatría, pero eso ya es otra historia…

Aquí llegas tú Mai, a principios de mayo de 2014, mientras tus padres mantenían relaciones sexuales, tu madre sintió que ovulaba y supo desde el primer momento que estaba embarazada. También sabía que serías una niña, aunque al final del embarazo no lo tenía tan claro… Tu fecha probable de parto era el 27 de febrero de 2015.

Tu madre quería volver a intentar parir en casa, pero la relación con tu abuela materna se había roto, y la relación con tu padre era muy distante. Le pasé el contacto de Jesica e hizo algunas sesiones.

Jesica dice de tu madre:

“Ha crecido mientras tú crecías en su interior; ha hecho grandes cambios en si misma. Es increíble la cantidad de trabajo de mayor autoconocimiento, autocomprensión, la instrospección que mamá hizo por ti, por poder allanarte el camino, por brindarte el mejor nacimiento que pudiera imaginar.
Mai, durante los 9 meses que mamá te esperó, sintió emociones a raudales, a veces contradictorias, a veces serenas, pero siempre conectó contigo y con ella misma.

Mai, durante las 40 semanas y tres días que viviste con y en tu mamá, ella te sentía, te vivía, e intentaba sentirse y vivirse, aunque doliera, aunque hubiera que abrirse heridas, para conseguir darte a ti la mejor de las bienvenidas.
Creo que le has dado a tu madre una nueva vida, una nueva perspectiva de la vida, y sobre todo, los miedos, la montaña rusa emocional que ha tenido durante el tiempo que viviste en y con ella, le han ayudado a abrirse, a hablar, y empezar a creerse y quererse un poco más.
Es curioso Mai, porque mamá pasó toda tu espera como dilatando, según sus propias palabra, y al final, temía que fuera con una cesárea la forma en la que finalmente dejaras de estar en su cuerpo.”

Cuando ya se acercaba el parto, hicimos una sesión conjunta Carmen, tus padres, Jésica y yo, en la que hablamos de diferentes opciones para el parto, y en la que finalmente, tu madre decidió que donde mejor se sentía era en Morgade. Hablamos de cómo actuar según las posibles incidencias que pudiesen surgir. Concretamente, hablamos de cómo actuar en caso de un prolapso de cordón!!! También hablamos de que hacer si había nieve…

Pensamos que lo teníamos todo bajo control, y a tu parto, iríamos Rosa (otra matrona a la que conoció tu madre) y yo. Carmen acudiría o no, dependiendo de cómo transcurriese el parto y como se encontrase ella (estaba embarazada).

El 2 de marzo, tu madre me contaba por la tarde que había tenido unas cuantas contracciones fuertes y algunas sueltas por la noche, que sentía calambres por la zona del cuello y que la línea púrpura estaba igual. Se tactó y notó todo blandito.

A las 8 de la tarde escribía otra vez y decía “pues parece que sí son contracciones, pero muy irregulares, y además tengo hambre, así que de parto aún no son, que cuando paro no como”. Las últimas contracciones habían sido cada 6, 9 y 20 minutos. Alas 22:30 decía que el ruido que hacían tus hermanos la descontrolaba un poco, y deseaba que se durmiesen para poder concentrarse, pero que definitivamente, eran contracciones. También decía que pediría monitores para el miércoles.

A las 22:51 Sonó mi teléfono y pensé que era porque las contracciones empezaban a ser más seguidas, pero no, tu madre decía con voz temblorosa, que había roto aguas, que eran claras y que tú te movías. Hablamos un rato, se fue tranquilizando y se la notaba feliz, feliz de que por fin había roto la bolsa por si misma, no como en los partos anteriores, que no se había dado cuenta o se la habían tenido que romper. Estaba feliz porque llevaba bien las contracciones, y porque podía oler el líquido amniótico. Le dije que iría en cuanto lo necesitase, y que de todas formas, al día siguiente por la mañana iría a escuchar tu corazón.

A las 23:41 volvió a sonar mi teléfono, y era desde el móvil de tu padre, así que pensé : “Ahora si, ahora es que ya tiene contracciones potentes y ella ya no puede ni hablar…”. Pero otra vez me equivoqué.

Las palabras de tu padre fueron “Nos vamos al hospital de Ourense”. Porqué? Que ha pasado? “el cordón sale para afuera”. Mi corazón se salía del pecho, le dije a tu padre que llamase corriendo a la ambulancia y que tu madre se pusiese a cuatro patas con el culo levantado, como en el parto de J. No sé si fue en ese momento que tu madre pidió el teléfono y me pregunto “Esto es una cesárea, verdad?” Si, es una cesárea casi segura, le dije.

Inmediatamente llamé a una compañera  matrona que trabaja en Ourense, Marisol, que por suerte estaba de guardia en el hospital, le dije lo que pasaba y que por favor fuesen preparándose para recibir a tus padres, que llegarían pronto en una ambulancia.

A las 23:50 hablé con tu padre otra vez, la ambulancia ya estaba en camino y le dije que yo salía para el hospital. Me vestí y a las 12 de la noche ya estaba de camino hacia Ourense. Avisé a Rosa de lo que había sucedido, avisé a Carmen y volví a llamar Marisol, para que allanase el camino y me dejasen pasar para estar con tu madre. A las 00:45 tu padre me dijo que estaban cambiando a tu madre de ambulancia y que él iría detrás con tus hermanos, en el coche.

Llamé al 061 para hablar con el médico responsable de la emergencia, era Ana S., con la que yo había trabajado hace unos años en el 061. Me dijo que tras unos malentendidos y una demora de 30 minutos en el traslado, ya estaba todo controlado y que en 20 minutos estaríais en el hospital. Yo ya estaba en la salida de Toén, por lo que pensé que llegaría antes que vosotros.

A la 1:05 Marisol me esperaba en la calle para entrar directa al quirófano, que ya estaba preparado. Mientras me cambiaba, a la 01:10 tu padre llamaba otra vez, diciendo que acababan de llegar a urgencias, que había meconio y tu corazón latía muy despacio.

Corrí al quirófano y tu madre ya estaba en la camilla, me vio, me dijo que estabas mal, y yo le prometí que pasase lo le pasase, cuando despertase, estaría allí con ella. Mientras se dormía la sondaron y rasuraron. Desinfectaron mínimamente la piel y a la 01:20 nacías tú, con tu corazón parado… Fueron cuidadosos en tu reanimación, sin ensañarse. Después Marisol te limpió y te envolvió en una toalla, con mucho mimo, mientras yo pensaba como decirle esto a tus padres.

Te dejamos en una cunita térmica mientras yo bajé acompañada de Mariví (la otra matrona que estaba de turno) a hablar con tu padre. Creo que él ya supuso que algo iba mal. Lloró, y quiso subir a verte. Mariví se quedó en el coche con B. y J., que dormían.

Tu padre no se atrevió a cogerte, pero te acariciaba y te hablaba, decía que te parecías a B., que tenías un color bonito,… A las 2:20 se fue a casa a buscar la mochila de tu madre y el papel de acuarela. Y al rato tu madre salió de quirófano. Preguntó por ti, le dije que habías nacido muerta y quiso verte. Fui a buscarte, te metió en su cama, piel con piel, tal como os habría gustado hacer… Preguntó si eras niño o niña, preguntó por tu padre, preguntó si podía hacerte fotos, me contó que la médico de la ambulancia le había reñido… y varias veces, repitió una tras otra, las mismas preguntas, con las mismas respuestas.

Cara fetal de la placenta

 

A las 3:20 tu padre estaba de vuelta. Estuvo con tu madre, mientras yo imprimía la placenta y recogía tu huellas. Se acercó David (el ginecólogo) a explicarle el tipo de manejo que se podía hacer con la lactancia y a aclarar que el cuerpo de tu madre funcionaba perfectamente, que esto había sido un accidente, pero que por dentro estaba todo bien si más adelante decidía tener más hijos.

Sobre las 5, tu padre se fue a casa con tus hermanos, y a las 5:30, yo te recogí de los brazos de tu madre y te llevé a junto de Paqui. No quise ver como te preparaba para bajar, pero sí aprecié, el cuidado con el que tocaba tu cuerpecito.

A las 6 me despedí de tu madre.
Naciste sin vida el 3 de marzo de 2015, a la 01:20, pesaste 3500gr.

Ha sido el nacimiento más duro que he vivido en mi corta vida profesional…

En el equipo de salud perinatal de Luna de Brigantia deseamos no volver a pasar por una situación así, pero te damos las gracias por existir, y a tus padres por habernos escogido para estar con ellos. Todo ha sido muy duro de afrontar, pero esta vivencia nos hace y hará mejores personas y mejores profesionales; de hecho, ya has conseguido volvernos y revolvernos, nos has llevado a crecer de golpe como matronas, como psicóloga y sobre todo como equipo.

Hasta siempre Mai. Estarás en nuestros corazones.

Carmen, Marta y Jésica

Acompañar en el parto

¿ Es necesario saber cómo ACOMPAÑAR en el parto o es necesario saber ESTAR?

Cada vez se encuentran más cursos y preparaciones al parto que quieren dar mayor protagonismo al papel del «padre»;  y como «padre» nos referimos al acompañante en el parto, que en nuestra sociedad patriarcal se entiende como el  hombre, pero que nosotras sabemos que en en el caso de parejas de mujeres es la otra madre, que hay mujeres que no quieren a su pareja como acompañante  y en el caso de mujeres que deciden tener a sus hijos solas, el acompañante puede ser  una persona cercana pero sin que necesariamente exista una relación erótico-amorosa.  Por este motivo nos gusta más hablar del papel del «acompañante» en el parto, sea este el padre, la otra madre, una tía, abuela, amiga,…

En referencia a esta tendencia en la que se quiere dar mayor protagonismo al papel del «padre», nosotras mismas, tenemos talleres de «Alivio del dolor en el parto» y de «Preparación a la maternidad y paternidad», en los que nos parece indispensable la presencia de ese acompañante que haya elegido la mujer, tanto en la parte práctica como en la teórica.  Nos parece muy importante que los dos miembros de la pareja se involucren en el nacimiento de su hijo y en su crianza, y que ese acompañante sea un apoyo incondicional , teniendo la misma información y conociendo, todas las alternativas que existen en la atención al parto, tanto para su pareja (si lo es) como para su bebé.

Queremos que el acompañante sepa ACOMPAÑAR en la respiración, en el movimiento, en las contracciones, durante el posparto, la lactancia, la crianza…. Intentamos que tengan una idea de qué hacer o qué no hacer en cada momento, porque a veces, es mejor «no hacer» …

Selfie en pleno parto

Selfie en pleno parto

Simplemente estar

Simplemente estar

Independientemente de todo esto, queremos dejar claro que la mujer está perfectamente diseñada para parir, sola o acompañada, y que ninguna preparación es imprescindible. Creo que en las fotos es más que obvio que existen diferentes maneras de ESTAR o ACOMPAÑAR en un parto.

La mujer debe estar acompañada de aquella persona que elija, pero no siempre es necesario que esa persona haga nada, a veces, muchas veces, su única función es ESTAR, porque su sola presencia mantiene el ambiente de tranquilidad que la mujer necesita, porque su sola presencia hace flotar en el aire amor y oxitocina.

Los hermanos mayores en el parto en casa

Muchas veces, en las visitas informativas de parto en casa, las parejas que tienen otros hijos, nos preguntan cómo se suelen comportar los niños.  Nosotras siempre os recomendamos que tengáis un plan B para ellos, por si se quieren ir, pero también por si son las madres las que prefieren que se vayan.  Ojalá se pudiese saber de antemano como va a reaccionar el niño,  pero es algo que depende de cada niño, de cada madre, de cada padre y de cada parto.

Algunos duermen durante todo el parto y se despiertan en el último momento o tras haber nacido el bebé, otros prefieren no estar, irse de casa con alguien de confianza, o no se quieren ir pero tampoco quieren ver o escuchar a su madre, otros se quedan mirando con asombro pero con los oídos tapados para no escuchar y otros se quedan mirando con asombro, acariciando y acompañando a sus padres y dejándose acompañar por nosotras.

Una pequeña y paciente acompañante

Una pequeña y paciente acompañante se convierte en…

Os dejamos algunas fotos del nacimiento de Nora en las que se puede ver a su hermana tranquila, confiada y expectante.  Durante todo el parto estuvo acompañando a sus padres y sólo al final, decía que se aburría y que quería que naciese ya…   En ese momento, la «Patrulla canina» vino al rescate y la entretuvo media hora, hasta que ya se veía la cabeza.

 

 

 

La pequeña-gran comadrona

…una pequeña-gran comadrona

En cuanto la avisamos de que ahora si, Nora estaba a punto de nacer, vino al salón y permaneció en el suelo, asomándose con curiosidad para ver como salía la cabeza y el resto del cuerpecillo de su hermana.  retransmitiendo a sus padres todo lo que veía.

 

 

 

 

 

Gracias familia por dejarnos presenciar la magia del nacimiento de vuestra segunda hija y compartir la sabiduría de la primera.  Se perfila una gran comadrona para nuestro equipo.

La radiante gran familia

La radiante gran familia

 

El nacimiento de Pedro

Maca tardó más de 2 años en escribir y compartir con todos nosotros el nacimiento de su primer hijo. Sólo unos meses después quiere compartir el nacimiento de Pedro, su segundo bebé.

Si ya es emocionante acompañar a una pareja en el nacimiento de su bebé, cuando la relación pasa de ser sólo profesional a ser de amistad, la emoción se multiplica por 1000. Conoceros antes de vuestro primer embarazo, informándoos sobre alternativas al parto en caso de un día ser padres, y seguir acompañándoos con el paso de los años y ver cómo vuestra familia crece, nos hace inmensamente felices

Desde que pasó por nuestra cabeza formar una familia sabíamos que tendríamos más de un hijo y que se llevarían poco.

El nacimiento de Nico le dio vuelta a nuestra vida, la hizo mejor, la completó y ya en su primer mes de vida pensamos en el hermanito que tendría. El posparto de Nico fue fabuloso, lactancia establecida sin problema, dormíamos perfectamente gracias al colecho, estábamos más unidos que nunca como pareja. Era todo perfecto. Hasta que empecé a trabajar.

Mi vuelta al trabajo fue muy dura, me habían puesto noches cuando nunca las había hecho antes… Y Nico no dormía si no estaba yo. Y todo lo que era perfecto se volvió una pesadilla. Los meses fueron pasando, la vida seguía, pero yo no estaba bien. Tantos problemas en el trabajo y en casa me llevaron a un estado de ansiedad constante, no era capaz de cuidar de mi, ni de Nico… Pasaron muchas cosas esos meses, entre ellas que me fui de aquel trabajo que no me dejaba conciliar bien y me había roto como trabajadora, mujer, madre, esposa… Y todo empezó a ir mejor.

Empezamos hablar de un hermano para Nico, pero no nos pusimos fecha. No sabíamos cuando sería. Y llegó antes de lo esperado. Nico acababa de cumplir un año. Estábamos felices por ampliar la familia, pero a la vez nerviosos. Fue un embarazo duro para los tres. Isma decía que no estaba preparado para darle toda su atención a otro bebé. Nico era todavía un bebé y yo recuperándome de aquellos meses duros que pasé. Este embarazo fue muy diferente al anterior. A Isma lo sentí tan ausente en este embarazo que me hacía sentir fatal.

Muchas veces me hacía mucho daño con sus actitudes, hizo incluso que llegara en algún momento a rechazar este embarazo. Y eso me hacía sentir la peor madre del mundo. Me anoté a Yoga y me ayudó muchísimo a nivel mental, pude conectar con Pedro de una manera especial. El embarazo iba transcurriendo y parecía que Isma estaba mejor, pero no. Tenía miedo al parto. Confesó que el parto de Nico le pareció super duro y que no estaba preparado para otro parto así.

Y tras unas semanas de pródromos interminables, por fin me puse de parto. Estaba nerviosa. Isma estaba nervioso. Por mi cabeza solo pasaba que fuese un parto menos duro que el de Nico ( y eso que yo tenía un buen recuerdo de mi primer parto), que pasase todo rápido.

El parto de Pedro fue muy diferente al de Nico. Me deje llevar por las contracciones, el yoga me ayudó muchísimo a encontrar posturas que me hicieran llevadero el parto. Estuve en la bañera un buen rato, en la pelota, tirada por el suelo, colgada de las TRX, caminando… Sabía que quedaba poco para verle la carita a mi pequeño. Pero tenía miedo.

Tanto mi madre, como Carmen y Elisa me ayudaron muchísimo. Estaban tranquilas, me sonreían, me decían que lo estaba haciendo genial, y eso me encantó. Estaba feliz de estar viviendo por segunda vez algo tan importante, la llegada de un hijo, la llegada de Pedro.

Cuando ya no aguantaba más les pedí que me pincharan en el rombo de michaellis, recordaba que de Nico me había aliviado bastante, y así fue. Me alivió tanto que, en unas pocas contracciones, su cabecita se empezó a ver y casi sin darme cuenta en una contracción me puse de cuclillas y su cabeza estaba fuera, salió suavemente, notando presión, pero sin sentir el aro de fuego. Isma no hacía otra cosa que entrar y salir del salón preguntando si estaba bien, y me puse tan tan nerviosa que pedí a Carmen que me ayudase para que terminase de salir su cuerpo, no fui capaz de esperar a la siguiente contracción.

Y allí estaba!. Pedro nació tranquilo, no lloró. Lo cogí y lo abracé y él me miró con los ojos bien abiertos. En ese momento me volví a enamorar por tercera vez en mi vida. Me di cuenta de que el amor es infinito y de lo mucho que se puede querer. Por mi cabeza sólo pasaba que quería que llegase Nico para abrazarlos bien fuerte a los dos.

Nuestra familia de 4. Fotografía de Macarena Chacón

Nuestra familia de 4. Fotografía de Macarena Chacón

Ese primer día lo pasamos los 4 solos. Conociéndonos. Reorganizando nuestra vida. Nuestra nueva familia de cuatro. Y nuestra vida volvió a dar un giro, y esta vez era mejor todavía, teníamos lo mejor del mundo, nuestros dos hijos, el motor de nuestra vida.

Siguen pasando los días, semanas, meses… esto va tan rápido… Y estamos mejor que nunca. Y es gracias a Nico y Pedro. Nos llenan tanto. Nos han cambiado la vida a mejor. Somos felices de nuevo. Nos encanta nuestra familia de cuatro. Y quien sabe… Igual en unos años de cinco.

Muchas gracias Luna de Brigantia por estar en lo bueno y lo malo. El embarazo y parto de Pedro fue como fue… pero sin vosotras no hubiera sido posible. Gracias gracias y gracias.

 

Gracias a vosotros por escogernos de nuevo para acompañaros en un momento tan íntimo e importante y por estas bonitas palabras.

Vigo y su banco de leche materna

Hace unos 4 meses que se inauguró el banco de leche materna del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo.  En estos 4 meses han conseguido unas 40 madres donantes y aunque no sabemos a cuantos niños han ayudado con esa leche, sí sabemos que, sean los que sean, gozan de mayor salud gracias a esas mujeres.

Desde Luna de Brigantia hacemos promoción del banco porque conocemos la generosidad de las mujeres con las que tratamos y les transmitimos la importancia que tiene que los niños prematuros y enfermos, pero también los sanos, tomen leche humana.  Quizá por esto, porque nosotras no obtenemos ningún beneficio directo del banco de leche materna pero sí nos esforzamos en enviar donantes, nos indigna que a veces desde el propio hospital estén poniendo trabas a las lactancias.

En planta, en algunas ocasiones, no se apoya la lactancia, y ya sabemos que el personal es escaso, pero hay situaciones para las que no hay excusa:

  • Un bebé con menos de 24 horas de vida, que ha hecho piel con piel con su madre, ha estado mamando y lleva 3 horas durmiendo, con una glucemia de 52 y una temperatura de 37º no necesita ningún biberón.  Nosotras hemos tenido que ir al hospital a ayudar en la lactancia a esta mujer, que por suerte, se negó a dar el biberón que le indicaba la enfermera-auxiliar-…  Y lo único que necesitaba esta mujer era explicarle como estimular un poco a su bebé y corregir ligeramente la postura.
  • Una madre que se va a casa a las 48 horas posparto y que dice que se nota los pechos calientes y duros, pregunta al personal de la planta que si eso es normal y que es lo que puede hacer.  La respuesta que le dan es que «será una buena candidata al banco de leche».  Esta mujer, a las 4 horas de llegar a su casa, tenía una ingurgitación mamaria que le impedía poder amamantar a su bebé, tenía el pecho caliente y rojo,… estaba al borde de la mastitis.  Tuvimos que ir a su casa a las 8 de la tarde para ayudarle a aliviar la congestión mamaria y conseguir un buen vaciado, saliendo de allí a las 12 de la noche.  Es cierto que sería una buena candidata al banco de leche, pero tiene terror a hiperestimular su pecho y verse como en el posparto, así que el banco de leche ha perdido una potencial donante.
  • Una madre que en 24 horas no ha conseguido que su bebé se enganche al pecho y que toda la ayuda que ha recibido son biberones, cuando llegamos a su habitación en el hospital, ponemos piel con piel al bebé y con muy poquita ayuda se consigue el primer agarre y una buena toma, soltándose el bebé a la media hora.
  • Una diada madre-bebé de 2 meses, que el bebé tiene que estar ingresado por una infección y su madre sólo tiene en la habitación una silla y una butaca.  Una mujer que puede pasarse unas 15 horas al día con un bebé en los brazos y en la teta, no dispone de una cama en la que poder acostarse, tumbarse y amamantar a su bebé cómodamente durante una semana que duró el tratamiento.  Ya sabemos que esta no es la planta de obstetricia si no la de pediatría, pero al final, es política hospitalaria que está interfiriendo con la lactancia.
  • Una madre con un bebé ingresado en neonatos que tiene una butaca dura, por mucho que le digan que puede estar todo el tiempo que quiera haciendo piel con piel con su bebé, no podrá hacerlo porque su cuerpo tiene un límite, pero si además, se le insiste en que vaya a descansar y contradiciendo su instinto se va, y en ese tiempo le dan un biberón de leche artificial en lugar del de leche materna que acaba de entregar antes de irse… eso tampoco ayuda.

Pues lo que nos ha motivado a escribir esta entrada, la gota que ha colmado el vaso, es este comentario que hace una madre sobre su estancia en el hospital Álvaro Cunqueiro:

comentario sobre maternidad del H. Alvaro Cunqueiro

No dudamos que las compañeras sean un amor y que ese biberón pueda estar justificado, pero si de verdad quieren favorecer y potenciar la lactancia materna, había otras formas de alimentar al bebé.  Se podía dar la leche con dedo y jeringa, con cuchara, con vaso,… Además, aunque sea leche de fórmula y en biberón, con un bebé de días, debería ser la madre la que alimente al bebé; y debe hacerlo en contacto piel con piel, mirándole a los ojos, abrazándolo,… porque por mucho que su hermanito de 4 años adore a su recién estrenada hermana, eso está dificultando una lactancia en la que ya hay algún problema.

A nosotras, como empresa, nos viene mejor que no haya apoyo a la lactancia, que las madres nos llamen para ir a visitarlas en sus casas o al hospital; pero como parte de esta sociedad y de esta ciudad, nos da mucha pena, porque la mejor leche que puede recibir un bebé es la de SU madre, si esta no está disponible, la segunda mejor leche que puede recibir será la de otra madre humana (las vacas que producen la leche con la que se fabrica la leche de fórmula también son madres).  Pero cada vez que están poniendo trabas y dificultades a la lactancia, están haciendo que haya menos mujeres que den SU leche a SUS bebés y también que haya menos mujeres que donen leche al banco de leche.   Nos encantaría sentirnos orgullosas al leer algún día que todos los niños sanos y enfermos, prematuros no no, cuyas madres no pueden amamantarlos con su leche, la reciban del banco de leche del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo.

Si quieres hacerte donante de leche, puedes escribir al correo electrónico bancoleitevigo@sergas.es

Parto vaginal después de cesárea: ¡SÍ es posible!

Fotografía David Cabezón

Fotografía David Cabezón

Este es el testimonio de una gran madre y mujer, que quiso sanar el nacimiento de su primer hijo, intentando un parto vaginal después de cesárea.

Creo que todas las mujeres cuando están embarazadas sueñan con el momento de su parto y cómo serán esas primeras horas en las que tengan a su bebé en los brazos. Para muchas ese momento es uno de los más maravillosos de su vida, para otras uno de los más dolorosos; pero con toda seguridad para todas nosotras ese momento, ya sea maravilloso o doloroso, queda grabado en nuestra memoria para siempre.

Mi primer hijo tuvo la mala suerte de tener una madre muy asustada, que llegó al hospital cuando todavía no había comenzado el trabajo de parto, que se dejó tumbar boca arriba y monitorizar, que se dejó administrar tranquilizantes, epidural y oxitocina, que se dejó romper la bolsa y hacer innumerables tactos, y que en cuanto le dijeron que los valores en el monitor no eran de sobresaliente se dejó practicar una cesárea que le provocó un problema pulmonar y le mantuvo separado de su madre e ingresado en la UCI neonatal durante los seis primeros días de vida. Si a cualquiera de nosotros nos dejasen elegir el modo de nacer, creo que ni un solo ser humano elegiría esta manera.

Por eso, y tras un puerperio complicado, tuve claro que si tenía otro hijo su nacimiento tenía que ser muy diferente, aún no sabía cómo, pero tenía que ser diferente. Empecé a leer sobre cesáreas y separaciones al nacer, sobre la importancia del contacto piel con piel, sobre partos, sobre el dolor… y tras sopesar diferentes opciones decidí, con el apoyo incondicional de mi pareja, que nuestra segunda hija nacería en su casa, el lugar donde (casi) todos decidiríamos llegar y marcharnos de este mundo.

Para que fuese así necesitaba buscar a las matronas adecuadas, que nos dieran la información, el apoyo, la seguridad y la confianza que necesitaba… y tuve la inmensa suerte de encontrarlas. Allí estaban ellas, Marta y Carmen, en una charla para un grupo de apoyo a la lactancia al que yo asistía, sin saber ni ellas ni yo que el destino uniría nuestros caminos dos años después.

Aparte del seguimiento de los últimos meses de embarazo, nos ofrecieron una preparación extraordinaria, especialmente pensada para afrontar el momento del parto como un momento más de tu vida sexual, y viendo el dolor como algo natural y necesario que nos indica cómo proceder de una manera instintiva y que se puede aliviar sin recurrir a la anestesia. En definitiva, todo lo que necesitas saber tanto si quieres parir en casa como si quieres parir en el hospital.

Lo cierto es que a medida que el parto se acercaba, cada día que pasaba confiaba más en ellas y estaba más segura de que había tomado la decisión adecuada. Estaré eternamente agradecida a las pocas personas que conocían esta decisión, entre ellos mis padres, porque nunca me juzgaron, siempre me respetaron y en todo momento estuvieron a mi lado.

Y casi sin darme cuenta, llegó el gran día. Me levanté e hice algunos recados. Me sentía muy pesada y me costaba caminar, pero acababa de cumplir la semana cuarenta y pensaba que todavía podían pasar unos días hasta ponerme de parto. A la hora de comer empezaron las contracciones, y me resistía a creer que mi bebé estaba a punto de nacer, pensaba que serían contracciones pasajeras, pero no, cada vez eran más seguidas y más intensas, ya no había marcha atrás… ¡estaba de parto! Llegó un momento en que ya no era capaz de coger el teléfono. Había estado informando a las matronas de cómo iba avanzando todo, y en ese momento decidimos pedirles que vinieran.

Me metí en la bañera, lo que alivió mucho el dolor de las contracciones, y en cuanto aparecieron ellas perdí el miedo. Íbamos buscando diferentes posiciones que aliviasen el dolor y me ayudasen a aprovechar las contracciones para empujar con todas mis fuerzas. Después de algunas horas empezamos a ver asomar la cabecita, pero parecía que el momento no llegaba… Y cuando sentí ese “Ya no puedo más” del que todos hablan, encontramos finalmente la postura que mi bebé necesitaba para salir. Fueron cinco o seis contracciones más, menos dolorosas que las anteriores, y tras sentir la sensación de quemazón del aro de fuego -que me resultó mucho más breve de lo que imaginaba-, justo antes de acabar el día nació Teresa, en el calor de su hogar, y arropada por el amor de su familia.

Carmen y Marta, creo que nunca podré agradeceros lo suficiente todo el cariño, el respeto y la profesionalidad con que nos tratasteis en un momento tan importante de nuestras vidas. Gracias a vosotras he curado la herida profunda que tenía en el alma y gracias a vosotras podré contarle a mi hija en primera persona que cuando llegue su momento sabrá parir, que su cuerpo está preparado para ello, que otra forma de nacer es posible.

Gracias por tus palabras Isabel, no hemos podido reprimir las lágrimas, y esperamos que poco a poco, despues de nacimientos en casa o en el hospital, haya muchísimas madres que puedan transmitir a sus hijas que, cuando llegue el momento, «sabrán parir». 

Diario de una pérdida inesperada

Cuando una familia sufre la pérdida de un bebé de pocas semanas, no siempre se le da validez a su dolor y esa es la principal queja que oímos cuando acompañamos a mujeres que tienen que vivir un aborto.  Esta madre nos envía el diario de la pérdida de su bebé y como la «simple» escucha y compañía hicieron mas llevadero el proceso tanto físico como emocionalmente.

Ninguna mujer está preparada para perder a su bebé, da igual el tiempo de gestación. La gente no suele comprender el duelo que supone perder a tu hijo por pocas semanas que tenga de vida. Esta es mi historia, la de una mamá ilusionada y primeriza, que todavía creía que todos los embarazos tenían final feliz, y que necesitó de mucha ayuda emocional para superar su pérdida.

Dos meses después de intentarlo por primera vez me quedé embarazada. Lo supe antes de hacerme el test. Era un bebé muy deseado, con mi pareja; a la que amo. Un primer embarazo muy buscado tras diversas circunstancias personales que lo fueron posponiendo una y otra vez.  Los síntomas llegaron muy pronto y con mucha fuerza, señales demasiado tempranas de mi estado: dolor de caderas y espalda, orinar con frecuencia, mareos, caída exagerada del cabello, pechos hinchados y cálidos, petequias….  A las 7 semanas de embarazo pude ver por primera vez latir su pequeño corazón.

Se acercaba el cumpleaños de mi suegra, así que decidimos contarlo a la familia ese día, no aguantábamos más sin decirlo, mi pareja y yo queríamos compartir nuestra felicidad con los demás y fantaseábamos con como sería ese momento.  El día anterior a la fecha elegida para confesar nuestro secreto, nos fuimos a la boda de unos amigos y fue entonces, cuando charlando con otra embarazada, me di cuenta que llevaba unos días sin sintomatología.  Le pedí a mi marido que me llevase a urgencias al hospital, estaba completamente segura de que algo no iba bien. Lo primero que me dijo la matrona al llegar a la consulta mientras esperaba a la ginecóloga era que “no tener síntomas no es un motivo para ir a urgencias”.  La ginecóloga no me dejo ver el ecógrafo, solo dijo “es un aborto, tenemos que ingresarte”, hicieron pasar a mi marido y se lo comunicaron. Yo escuchaba las palabras de la ginecóloga retumbando dentro de mi cabeza una y otra vez mientras se me salían las lágrimas sin poder evitarlo. Nadie nos explico lo que me iban a hacer, me hicieron firmar el consentimiento y me ingresaron. Yo conocía mucha información relacionada con el embarazo, pero absolutamente nada de los abortos y sus protocolos.

Pérdida temprana. No hay latido.

No hay latido

El día que habíamos decido contarlo a nuestra familia estaba de 9 semanas, el corazón de mi bebé llevaba 4 días detenido y me quedaba ingresada para que le “expulsase” de mi cuerpo. Fue un golpe durísimo para nosotros. Fue un legrado medicalizado, es decir, mediante prostraglandinas. Esa noche fue larga y difícil de olvidar. Compartía habitación con 2 mujeres más en la misma situación que habían empezado a manchar horas antes y yo no era capaz. Necesité conectar con mi niño y dejarle marchar para que lo hiciese.  A la mañana siguiente me dieron el alta, todavía tenía algunos “restos” me dijeron, pero estábamos en pleno traslado al nuevo hospital, y con methergin en casa los expulsaría “tranquilamente” o con la próxima regla que debería venir unos 40 días después tras aproximadamente 7 días de manchado. Esas fueron las indicaciones para irme a mi casa, con una cita posterior de control bajo el brazo.

Días después todavía sigo manchando, unos días mayor cantidad; otros menos. El decimoquinto día expulso un coágulo de unos 6 cm y empiezo a sangrar empapando una compresa en media hora. Regresamos a urgencias. Allí me hacen una ecografía, me dicen “que estoy recuperando bien, que no es para tanto” mientras wasapean, y me recetan nuevamente methergin, además de hierro, ya que tengo anemia a causa del sangrado.

Día 19, sigo manchando, parece que nunca voy a parar de sangrar, igual que no cesa el dolor de mi corazón. Durante unos días remite, luego vuelve a empezar, y así desde el día del ingreso.  Me sentía fatal, incomprendida, dolida…, y sin saber muy bien qué hacer, mi primera opción fue asistir a la consulta de un ginecólogo privado que escuchase mi caso particular y me orientase sobre qué pasaba en mi cuerpo y que debía hacer. Ahora considero que fue un error, creo que yo buscaba un poco de consuelo humano y sus palabras fueron “buff todavía hay mucha sangre dentro, mejor hazte un legrado quirúrgico porque es un rollo estar así”. Pasan más días. Voy al baño y expulso un nuevo coágulo, de unos 10 cm, y otro, y otro, y no paro de sangrar, estoy así por una media hora, sentada en el baño, empujando cada vez que siento algo en el útero, conectando de nuevo con mi propio cuerpo.  Llevaba 5 días de apenas un manchado leve. Mi alma se vuelve a caer, me hundo más y más, ya no me siento persona, solo me siento sangre, muerte… Cada vez que voy al hospital, a urgencias, me dicen que debo hacer un legrado quirúrgico, que son demasiados días, que acabaré con una infección, miedo, siempre miedo.

No quiero ir a quirófano si puedo evitarlo, que hurgen en mi útero, en mis entrañas. Mi deseo es poder expulsar lo que quede yo sola.  Empiezo a informarme por mi cuenta, a leer mucho (la cuna vacía, la sociedad que vaciaba úteros…) y a arrepentirme de haberme dejado manipular en el hospital, de no haber tenido una explicación sobre mis opciones para abortar, de no haber conocido antes el manejo expectante y haberlo hecho de esta forma desde el principio.

Ha pasado casi un mes desde la noche de mi pérdida. Sigo manchando y con anemia. Y es entonces cuando decido contactar con una de las matronas de Luna de Brigantia.  Para mí ella fue un soplo de aire fresco, me escuchó y me entendió. Me ofreció razones y explicaciones. Me dijo que cada mujer sangraba lo que necesitaba, que vigilase mi temperatura, que posiblemente no tendría mi primera regla. Me dio tranquilidad, que era justo lo que necesitaba.  Treinta y un días desde la pérdida, y otra vez tengo que acudir al servicio de urgencias por una pequeña hemorragia descontrolada. La última vez. En la que peor sentí que me trataban. Me dijeron que no podía pasar por obstetricia, como hasta el momento, porque no estaba embarazada, a pesar de informarles de la razón de porque estaba allí. Me pasaron a triage, donde esperé durante 5 horas mientras sangraba sin parar, y donde me hicieron un test innecesario de embarazo, que obviamente resultó positivo y me hundió un poco más emocionalmente.  Cuando finalmente me consultó una ginecóloga me dijo que podía esperar a la consulta de la revisión del aborto para la que anteriormente me habían citado.

Llega la fecha de la consulta de revisión, 42 días después de la pérdida, y sigo sangrando.  La ginecóloga me receta de nuevo prostraglandinas para usar en mi casa y marca una fecha límite en la que debo regresar y, si no hay cambios, ingresar para el legrado quirúrgico, sin más opciones, pues ya es demasiado tiempo. Ante la desesperación, las utilizo. No sucede nada. Sin cambios, aterrada ante la idea del quirófano y frustrada por haber llegado hasta aquí para nada.  Una vez más, contacté con la matrona, y de nuevo, fue ella la que volvió a ayudarme, me dio consejos para intentar, por última vez, expulsar lo que quedaba dentro de mí. Me ofreció apoyo emocional. Para mí fue muy importante contar con una profesional que se interesase exclusivamente por mi caso, sentirme entendida por ella, poder disponer de su asesoramiento personalizado.

Origen de la imagen: https://es.pinterest.com/pin/349310514830261235/

Origen de la imagen: https://es.pinterest.com/pin/349310514830261235/

Finalmente no tuve más opción que ingresar para legrar, pero yo ya no era la misma. No permití que me pusiesen la vía ni firmé el consentimiento hasta que pude hablar con el ginecólogo de planta tal como exigí.  Tras pasar por el quirófano me hizo sentir algo mejor que al menos no me habían pasado la legra, con las posibles consecuencias que podría conllevar, sino que solamente había sido un aspirado, ya que era muy poco lo que permanecía en mi útero.  Volvieron a decirme que en una semana aproximadamente el sangrado remitiría. Se prolongó durante 20 días. Fueron 65 días en total desde que perdí a mi bebé.  Cuando la parte física curó, mi marido y yo, hicimos un pequeño ritual para despedirnos de nuestro pequeño, coincidiendo con el día mundial de la muerte perinatal y neonatal, en un intento de sanar también nuestra parte emocional.

Despedirse de un bebé al que nunca has visto es difícil; acompañar como matrona un proceso de despedida también, pero es gratificante sentir que al hacer bien tu trabajo haces mas llevaderos los momentos amargos de la vida de otra persona.

Nacimiento en casa de Anxo

Parto en casaHoy Diana nos ha hecho llegar su recuerdo del nacimiento de Anxo en casa.  Conocíamos la historia del nacimiento de Campio, el dolor que le había producido y cuánto necesitaba que este parto fuese diferente… Que fuese así, como fue, natural y normal, sin romper la continuidad que da el hogar para los momentos íntimos, pero permitiendo nuestra entrada para presenciar ese momento mágico.

 

Esta historia tengo que comenzarla desde el principio, hace exactamente 4 años.

En septiembre del 2012 recibí la noticia de que estaba embarazada de Campio. Desde ese momento empecé a investigar y a querer saberlo todo sobre el embarazo y el parto. De golpe, empezaron a entrame todos los miedos al ver las cifras de cesáreas y episiotomías que tenían en los hospitales cercanos…. ¿cómo podía ser? A caso el cuerpo de una mujer no sabe parir… Me preparé mucho, pero realmente el miedo nunca se fue. Quise presentar un plan de parto, pero todo el mundo me decía que no tenía que decirle a los médicos cómo hacer su trabajo, tenía que confiar en ellos.

Confié, y todo lo que no quería pasó… A pesar del buen hacer de las matronas que ese día me acompañaron en el parto todo se vio empañado por las malas caras, prisas y malas palabras de una ginecóloga. Tuve un desgarro de tercer grado del que tardé 13 meses en recuperarme, un parto y nacimiento traumático para mi hijo, justo todo lo que no deseaba ni para él ni para mi.

Gracias a Campio, a su nacimiento, su hermano Anxo y yo pudimos experimentar el mejor momento de nuestras vidas exactamente 3 años y 1 mes más tarde.

Después de nuestra boda, recibimos la noticia de que estaba de nuevo embarazada. Tenía claro que al menos dilataría en casa. Llevaba 3 años de lecturas, información, opiniones y sobre todo, reencuentro con mi cuerpo. Confiaba plenamente en que mi cuerpo sabía parir… En contra de todo tenía pensado plasmar en el plan de parto mis preferencias. Tenía claro que técnicas permitiría y cuales no bajo ningún concepto. Llegó la visita de las 12 semanas y ahí estaba ella, la misma, con sus aires de grandeza, sin mirarme a la cara de nuevo. Tuve la oportunidad de hablar con ella y decirle que había tenido una muy mala experiencia. No le importó, ni siquiera lamentó que yo tuviera un recuerdo tan amargo del parto. Cuando yo comenté que esta vez me gustaría parir sin epidural, su respuesta fue: Pues ya verás cuando te haga la episiotomía… En ese momento creo que fue cuando terminé de decidir que a no ser que mi vida o la de mi hijo corriese peligro, ese no era un lugar seguro para nosotros.

Tuve que luchar muchos miedos, míos, propios en mi mochila llena de tantos años de patriarcado, y ajenos. Mi pareja se cerró en banda, pero después de muchas charlas y llantos y la charla con nuestras matronas cambiaría de opinión y pudimos resolver juntos todas nuestras dudas y miedos. Decidimos juntos que nos dejaríamos llevar a lo que pasara.

Una mañana de viernes decidí que ese día tenía que llevar a la playa a mi mayor. Algo dentro de mi me decía que tenía que despedirme de mi niño, juntos, asi que nos fuimos a la playa a pasar la tarde. A pesar de que no bebo alcohol, me pedí una clara de limón que me apetecía muchísimo, y bromeo con mi mejor amigo sobre que el día que me puse de parto de Campio también me bebí una. Esa noche salimos a cenar en familia y nos fuimos a dormir con la barriga llena y pudimos descansar genial.

Me levanté por la mañana, todos en la cama menos yo y sobre las 9 y media empiezo a notar las primeras contracciones, muy muy suaves. Sonreía, sabía que el momento había llegado y me puse a limpiar, ordenar los últimos detalles. Sobre las 10.30 desperté a mi marido para que me ayudara… con calma lo hicimos todo. Me bañé con mi hijo y nos fuimos entre contracciones dispares a ver una exhibición de patinaje de mi ahijada y primos, no podía faltar. Eran las 12, y estando sentada empezaban a molestarme bastante. Mi mente me decía que hasta el lunes no pariría, pero realmente sabía que el momento estaba cerca. Era como si no quisiera hacerme ilusiones y me pusiese en el peor de los casos: un preparto muy largo y un parto aun más largo. Llamo a mi marido y nos vamos a comer con mis padres y mis abuelos. Voy conduciendo y me pregunta que tal voy , ya tengo contracciones cada 5 minutos. Tengo hambre y comemos! Sobre las 3 subimos para casa, pongo a dormir a Campio y le doy teta… en ese momento ya necesito encerrarme en el baño…

A partir de ahí pierdo la noción del tiempo. Las contracciones no son rítmicas pero siento que duran muchísimo. A pesar de que son bastante dolorosas, pienso que pueden doler mucho más así que decido estar ahí en el baño. De pronto miro el reloj y ya son las 4 y media. Voy cantando con un aaaaaaaaaaahhhh muy grave cada contracción. Me ayuda a echar fuera el dolor. Le digo a mi marido que despierte a Campio, que quiero que se vaya con mi padre ya que si lo dejo dormir más quizás por la noche no consigan dormirlo en caso de que me tenga que ir al hospital. Entre contracciones acabo de acomodar su mochilita. Se despierta y viene… me pregunta por qué hago así y le explico que estoy llamando al bebé para que salga, ya va a venir pronto así que decide acompañarme cantando aaaaaaaahhhh en cada contracción y me trae según él “agua con apiretal”.

Sobre las 17.30 llega mi padre, salgo del baño a saludar poniendo mi mejor cara. Me doy cuenta de que ya no puedo estar mucho rato hablando. No sé cada cuanto vienen, no miro el reloj, pero en el momento en que mi niño y mi padre salen por la puerta todo se dispara. Me encierro en el baño y me siento completamente drogada, solo quiero silencio y oscuridad. No quiero hablar. De golpe me sorprendo de rodillas con el cuerpo sobre la pelota de pilates y sin bragas. No sé en que momento me desnudé ni cuando me puse así. No podía estar de otra manera. Mi marido me convenció para ir al salón, y le dije que llamase ya a las matronas. Desde que se fueron ellos, todo cambió de intensidad. De repente era todo más bestial, más potente y no podía cambiar de postura ni andar. En cada contracción movía muchísimo la cadera en círculos y arriba y abajo. Campio papá me puso una manta bajo las rodillas y ahí nos quedamos, solos, en silencio y a oscuras.

No sé cuánto tiempo pasó pero calculo que una hora que yo recuerdo como si fuesen 10 minutos. Viene una contracción larguísima y le pregunto que dónde están las matronas. Él le había dicho que viniesen con calma, que no creía que fuese para ya. Cuando llegaron me preguntaron cómo me encontraba, y yo les respondí que tenía ganas de llorar. Les dije que si tenía que estar así 2 días, no podría hacerlo. Que ya me dolía mucho, que no podía más. Carmen me dio un beso y apretaba mis caderas en cada contracción. Me dicen que se van a cambiar y vuelven. Mi marido les pregunta si no me van a explorar para ver de cuantos centímetros estoy; ellas responden que no hace falta, intuyen que estoy en completa. Campio me agarraba la mano en cada contracción, el dolor era brutal y yo me dejaba llevar completamente. En la siguiente contracción mientras ellas se cambiaban, rompía la bolsa y me sorprendí empujando fuerte fuerte fuerte.No podía creerlo… en ese momento mi cuerpo de llenó de felicidad. Lo había hecho, yo sola hasta aquí tal y como lo había soñado.  Las llamamos. Las aguas eran claras.

Desde ese momento grito que no puedo más en cada contracción. Realmente sé que estoy pudiendo y lo hago, pero fue la frase que elegí para acompañar toda la fuerza que mi cuerpo estaba haciendo.

Empecé a notar el aro de fuego, y fue para mi la peor sensación que sentí. Me quemaba muchísimo y sentí que era eterna…

Poco después asomó la cabeza de Anxo, y un miedo…. Un miedo injusto que nunca debía haber sentido pero que formaba parte de mi mochila me invadió. Tenía miedo a un desgarro, a un gran desgarro y volver a sufrir… no quería volver a pasar por lo mismo y le pido a Carmen que me ayuden. Sentía que el clítoris se iba a desgarrar… tantos miedos que se agolparon en un solo minuto. El cuerpecito de Anxo sale 3 minutos más tarde que la cabeza, exactamente a las 18.59 minutos de una preciosa tarde de sábado.

Todos nos emocionamos muchísimo. Yo no sabía qué hora era , ni cuánto tiempo había pasado, pero ya todo daba igual. Había cumplido mi sueño, de parir rodeada de amor y calma y había pasado en casa! En nuestro hogar! Qué mejor sitio para nacer?

Lloré mucho, de emoción, abracé a Carmen a Marta a mi marido! Gracias, gracias a los tres, fuisteis un gran equipo, sin vuestros ánimos todo hubiese sido diferente, quizás un poco más difícil.

La placenta tarda unos 45 minutos en desprenderse. Hay una pequeña hemorragia que Marta y Carmen hacen cesar sin problema. Me ducho y hago pis. El bebé ya mamó hace rato y sigue mamando. Llega mi madre…. Nos emocionamos mucho, ella me entendía. Llegan mis abuelos, nunca me cuestionaron, nunca un mal comentario a mi decisión… y por último y más importante, llega mi niño de la playa… me volvía emocionar, estaba nervioso, sonriente, miraba a su hermano, lo tocaba, no paraba de enseñarle cosas, todo lo que había preparado para él, la cuna que le había montados, sus juguetes…. Qué momento!

Parto en casa de Anxo

Cenamos Campio papá, mi padre, Marta y Carmen, Minicampio y por supuesto yo con Anxo en brazos, y nos fuimos a la cama, así tan normal, como cualquier otro día pero con Anxo ya fuera del útero.

Gracias Marta y Carmen por recordarme que podía cuando mis fuerzas empezaban a flaquear. A mi marido, mi apoyo, gracias por respetar mi decisión.

Gracias Campio, por cambiar a Mamá para siempre.

Gracias Anxo, por sanar el corazón de mamá.

Aquí seguimos, anidando exactamente 3 meses y 12 días después. Mi casa aun huele a oxitocina. De la buena, de la del amor.

 

 

Nació en casa, como su madre quería.

Nico nació en casa, como su madre quería.  Hace unos días, Facebook ha censurado el vídeo del primer parto en casa de Maca.  Además de la emoción que nos despierta ese vídeo por haberlo vivido en directo, nos parece una oportunidad de normalizar el «parto normal». Este blog es nuestra casa y aquí Facebook no puede censurarnos, así que os dejamos el emocionante relato del parto de Maca y nacimiento Nico, junto con dos vídeos, uno de su embarazo y el del parto censurado.

Mucho antes de quedarme embarazada, mucho antes incluso de que pasara por mi cabeza el tener un hijo ya sabía como quería y como no quería que fuese el nacimiento de mi hijo. Quería sentirme única, estar rodeada de gente que quiero y que mi hijo naciese en un ambiente tranquilo y respetuoso. No quería ser un número más en el turno de un paritorio lleno de trabajo y donde no se respetasen mis decisiones, no quería que el querer algo natural se convirtiera en algo fuera de lo normal. Así que me empecé a informar y a preparar sobre que es un parto en casa. En una de mis muchas búsquedas, ¡por fin las encontré! A mis matronas, a Luna de Brigantia.

Me puse en contacto con ellas y me invitaron a una charla sobre el parto en casa al que acudirían familias que habían tenido a sus bebes en casa. Sin dudarlo allí fuimos Isma y yo. Menudo día de calor!!En vez de irnos a la playa, allí estábamos deseando conocer a las que serían nuestras matronas cuando me quedase embarazada. Esa tarde salí de allí encantada, me sentí como si las conociera de toda la vida.

Pasaron los meses y por fin pasó. Estaba embarazada. Iba a ser madre. No podía estar más feliz. Estaba convencida de que todo iba a ir bien, así que a los pocos días ya me puse en contacto con Luna de Brigantia. Quedamos para una primera consulta, y solo puedo decir que si estaba convencida de lo que iba hacer, el estar con ellas esa mañana hablando sobre un tema que con pocas personas podía hablar, me di cuenta de que mi idea se iba a poder convertir en realidad en unos meses.

Me encantaba estar embarazada, me sentía genial, es increíble como de dos células puede crecer un pequeño ser humano. Viví mi embarazo al 100%, fue una etapa de mi vida super bonita. Seguí haciendo prácticamente todo lo que hacía antes de estar embarazada, con un poco más de tranquilidad, pero lo hacía. Mi marido no paró de decirme todo el embarazo que estaba insoportable, pero no le quedó otra que aguantarme, es lo que pasa cuando las hormonas van a mil por hora. También reconozco que tuve algunos miedos irracionales, pero que con la paciencia infinita de mi marido y la comprensión de mis matronas los fui pasando.

Los meses pasaron volando y cada día Nicolás estaba más grande, se movía un montón. Se pasó el embarazo moviéndose, pero los últimos meses lo notaba estirarse dentro de mí y eso me hacía tan feliz… Pensar que puedo traer vida al mundo me emocionaba.

Cuando estábamos a finales de junio notaba que el momento de conocer a Nicolás se iba acercando cada vez más. Mi fecha probable de parto era 12/7. A día 1 de julio estuvimos con Carmen y hablando medio en broma , dijimos que nos venía muy mal que naciese en ese fin de semana porque ella no iba a estar, así que coincidimos en que lo mejor era que naciera el fin de semana anterior. Por supuesto Nicolás vendría cuando él estuviera preparado, pero la verdad que no me apetecía nada pasarme de la FPP ya que eso significaba que el hospital iba a empezar a meter prisa por inducir y no era lo que queríamos. Isma y yo nos pasamos las últimas semanas caminando muchísimo, por eso de que se puede ayudar a desencadenar el parto y de paso me mantenía en forma. La última semana de junio empecé a expulsar el tapón mucoso, sabía que eso significaba que no quedaba nada por conocer a mi pequeño, pero tampoco me quería hacer ilusiones.

El día 3 de julio nos pegamos una caminata monumental y no nos llegó eso que nos fuimos a la playa a última hora de la tarde, seguimos paseando, nos metimos en el agua, nadamos, «saltamos» olas. Lo pasamos genial, que bien que convencí a Isma en el último momento para ir.

Y entonces pasó. Empecé a sentir contracciones.

Esa noche no fui capaz de meterme en cama, cada vez que me venía una contracción estaba incomoda acostada. Se lo comenté a Isma, le dije que estaba de parto que esas contracciones eran diferentes a las que sentí hasta el momento, pero él me dijo que no, que no estaba de parto, que seguro eran prodromos. Así que él se fue a la cama y yo me quede levantada. Eran las 12 de la noche.

Yo sabía que sí, lo sentía, era el momento. Estaba de parto.

Estaba feliz, me sentía estupenda. Molestaban un poco las contracciones pero las iba llevando, me ponía en la pelota, me estiraba, caminaba, me sentaba a ratos en el ordenador. Me pasé las siguientes 4 horas controlando cada cuanto tenía contracciones, las tenía cada 5-7 minutos y duraban casi 1 minuto. Y ya a las 4 de la mañana creí que era el momento de despertar a Isma. Me acerqué a él y le dije en bajito » Isma estoy de parto», a lo que me respondió «seguro que no». Él no creía que podía estar de parto, seguía con que eran pródromos, que seguro que cuando saliera el sol se me paraban las contracciones. Pero se levantó de cama, cogió su reloj con cronómetro y empezó a darse cuenta de que sí, sí estaba de parto. Eran las 4 de la mañana y decidimos esperar unas horas más para llamar.

Iba sintiendo las contracciones cada vez un poco más, y eso me gustaba. Sabía que era cuestión de horas el tener a mi pequeño conmigo. Isma me puso un poco de música, parecía que las contracciones empezaron a ir al ritmo de la música, me sentía genial. Estaba escuchando «In paradisum de Gabriel Fauré»  cuando con una contracción rompí bolsa.  ¡Ya queda menos! pasó por mi cabeza. Esa música me hacía sentir bien, me sentía en el paraíso, acompañada de mi marido, a punto de nacer nuestro hijo de la manera que nosotros elegimos, en la tranquilidad de nuestro hogar. Eran las 5 de la mañana. En ese momento llamamos a Carmen, y en 20 minutos ya estaba aquí. El líquido era claro, escuchó un poco a Nico que estaba perfecto y nos quedamos en el salón, hablando entre contracción y contracción.

Las contracciones cada vez iban a más, así que me metí un rato en la bañera y parece que me alivió un poco, pero al rato empecé a tener frío y me sentía rara, tenía ganas como de empujar y no me lo podía creer. Eran las 8 de la mañana. Como quería que estuviera mi madre la llamé en ese momento y la verdad que llegó rapidísimo. Al verla se me llenaron los ojos de lágrimas, todos las discusiones que habíamos tenido por lo del parto en casa y al final ella estaba ahí a mi lado.

Fueron pasando las horas y el dolor de las contracciones me atravesaba, me dolía todo, estaba cansada, no sabía como ponerme. Pelota, bañera, suelo, sillón… fui moviéndome por toda la casa. Lo único que pensaba era que cada contracción era una menos para tener aquí a Nicolás.

A partir de ese momento no recuerdo muy bien todo, ya que entre contracción y contracción estaba ida, esos dos minutos entre contracciones me quedaba dormida. Recuerdo que estuve un buen rato sentada encima de Carmen a modo de silla de partos, ¡¡Pobre!! la tuve que dejar agotada. A las 12 de la mañana como llevaba varias horas empujando y cada vez estaba más cansada, Marta me preguntó si quería que me hiciera un tacto para saber como estaba. Me dijo que me quedaba poco por dilatar, así que recuperé un poco las pocas fuerzas que me quedaban y cambié de posición, pero por poco tiempo. No podía más,  así que me fui para la cama y me puse de lado para descansar un poco y allí estuve ya hasta el final. Recuerdo que cada contracción me atravesaba de adelante a atrás, pero también recuerdo que me quedaba dormida y todo ese tiempo se me pasó muy rápido.

En una contracción me cambié de posición y me puse a cuatro patas y me enseñaron con un espejo que ya estaba ahí, se le veía el pelo. Y en ese momento no se de donde saqué mis fuerzas, pero las saqué y empecé a empujar en cada contracción como no lo había hecho hasta el momento.Y solo puedo decir que era el dolor más maravilloso del mundo. Ese dolor me estaba acercando cada vez más a mi hijo. Y en unas cuantas contracciones más, a las 14:34 nació Nicolás, y ya lo cogí en brazos y no podíamos parar de llorar. Isma que estaba con la cámara, la soltó y vino a abrazarnos. Ya está, ya estaba aquí. Por fin éramos padres.

Han pasado mas de 2 años pero me encanta recordar ese día ya que nació de la manera que siempre quise. Nació en casa, en un parto tranquilo, acompañado de respeto y tranquilidad. Gracias por hacerlo posible.

Han pasado más de 2 años y a nosotras también nos encanta recordar ese día ya que nació de la manera que quisisteis.   Nació en casa, en un parto tranquilo acompañado por las personas que vosotros quisisteis.

Gracias por habernos elegido.