La semana pasada el equipo completo de Luna de Brigantia estuvimos en el curso que organizado por la psicóloga perinatal de nuestro equipo, Jésica Rodríguez y que trataba de la pertinencia e implicaciones físicas y emocionales del parto medicalizado o intervenido.
Este curso absolutamente multidisciplinar contó con representantes de todas las sociedades profesionales dedicadas al campo perinatal de nuestro país. Desde obstetras, pasando por pediatras, matronas y psicólogos, compartimos la visión de la necesidad de la individualización y atención correcta al parto y nacimiento.
El resumen de dicho curso, podéis descargarlo en este enlace. Lo que es imposible que se refleje en ese resumen es el cariño y trabajo en la organización, el buen ambiente y todo lo aprendido y compartido.
En nuestra ponencia a cargo de Marta Bernardez, que se titulaba «La necesidad de un adecuado trabajo en equipo. El papel de las matronas en los partos intervenidos» hablamos de trabajo en equipo y trabajo en grupo, pero una de las reflexiones más interesantes que hicimos fue que un parto no intervenido es aquel que sucede de forma fisiológica sin más intervención que la interacción entre la madre y su hijo, todo lo que añadamos a esto, es una intervención. Asi que básicamente, un parto no intervenido es un parto inasistido. Intervención es auscultar o poner la monitorización, es hacer un tacto, es simplemente estar allí y dar ánimos. Porque cualquiera de esas cosas, tiene consecuencias, positivas si se hacen de forma correcta y negativas si se hacen de forma incorrecta. Es por eso, que la Guía de práctica clínica de atención al parto normal habla sobre el acompañamiento de la embarazada, sobre la monitorización continua, discontínua, asuscultación ,… habla de cada cuanto tiempo se deberían hacer los tactos y muchas otras intervenciones que habitualmente obviamos como intervención, pensando que intervenciones son sólo las cesáreas o las instrumentaciones. Deberíamos hablar de parto de baja intervención en lugar de parto no intervenido.
En el parto debe existir una razón de peso para intervenir, y esa razón nos las marcará la evidencia científica y cada vez más, el trabajo en obstetricia de basa en esa evidencia, aunque aún nos queda un largo camino por hacer. Habrá algunas intervenciones que puedan ser realizadas por la matrona pero si se identifica una desviación de la normalidad y es necesaria la intervención de un ginecólogo u otro miembro del equipo multidisciplinar, la matrona continúa siendo responsable de proveer apoyo global, maximizar la continuidad de los cuidados y promover —en la medida de lo posible— el embarazo y parto como un proceso fisiológico normal.
La matrona debe informar de la situación real a la mujer, no ocultar información ni decir verdades a medias y debe también presentar al nuevo interviniente del equipo si es que no lo conocía. Ya que la matrona es el profesional con el que la mujer ha mantenido más contacto desde el ingreso, aún cuando sea necesaria una actuación extremadamente urgente, siempre debe haber un momento para decir: “No hay tiempo de dar demasiadas explicaciones, las cosas no están saliendo como queríamos. Entendemos tu miedo y tu preocupación pero todos los que estamos aquí estamos trabajando para ti y tu bebé” Explicar la intervención que se va a hacer y agarrar una mano, sostener una mirada.
También hablamos de los parto domiciliarios que tienen que ser trasladados al hospital, de cómo en estos casos, más que nunca, el trato debe ser aún más «exquisito», para que la experiencia no se viva negativamente. Para esta idea nos apoyamos en un pequeño estudio australiano (1) que dice que en caso de ser necesario un cambio de planes antes, o durante el parto, cuando la mujer mantuvo un control de los sentidos, experimentó una comunicación efectiva con los cuidadores y tuvo el apoyo y la información de su matrona, la transferencia a un hospital de mayor nivel no pareció ser experimentado negativamente.
Para ilustrar este tema, leímos varios relatos, que nos hicieron ponernos por un momento en la piel de esas mujeres y ser capaces de ver las cosas con otros ojos.
La conclusión es que aún nos queda trabajo por hacer, pero tenemos que trabajar en equipo con el resto del equipo de atención a la embarazada, debemos conseguir crear unidades de parto lideradas por matronas e intentar encajar la evidencia científica y las decisiones de la mujer, pero teniendo claro que no encajen, la decisión de la mujer pesa más que nuestra opinión como profesionales.
Fue un gusto compartir este curso con Jésica Rodríguez, Natalia Alonso, Casimiro Obispo, Iñigo Montesino, José Manuel Martín Morales, Jose María Paricio Talayero, Merixel Sanchez, Beni Martinez, Carmen Amorín y el resto de asistentes.
A pesar de todas las dificultades para su realización, creo que debería repetirse con cierta frecuencia este tipo de cursos multidisciplinares.
(1) THE EXPERIENCES, TIMING, FREQUENCY, REASONS, URGENCY AND CLINICAL OUTCOMES FOR WOMEN WHO CHANGED THEIR PLANNED PLACE OF BIRTH OR TRANSFERRED FROM PRIMARY MATERNITY UNITS TO A TERTIARY MATERNITY HOSPITAL C.P. Grigg 1. Faculty of Nursing and Midwifery, University of Sydney, Sydney, Australia. 2. Canterbury District Health Board, Christchurch, New Zealand.